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Semilla Negra – Programa 44: El trovador sereno de África

Semilla Negra – Programa 44: El trovador sereno de África
El músico zimbabuense Oliver Mutukudzi
El músico zimbabuense Oliver Mutukudzi
Carlos-fuentes

Carlos Fuentes

Periodista especializado en músicas de África

Quizá no sea el artista de Zimbabue más conocido fuera de las fronteras de su país, ni siquiera en el continente africano. Pero pocos músicos atesoran tanto prestigio popular como Oliver Mtukudzi, uno de los padres fundadores de la música zimbabuense contemporánea y genuino cronista de los aconteceres en este país africano poblado por trece millones de habitantes y dieciséis lenguas oficiales. En una trayectoria de largo recorrido, Mtukudzi ha publicado más de medio centenar de discos desde que, a finales de los setenta, coincidiera con la otra gran referencia nacional, Thomas Mapfumo, en el conjunto Wagon Wheels de la ciudad de Harare. Desde entonces, Oliver Mtukudzi, a quien muchos de sus compatriotas citan con el diminutivo cariñoso Tuku, es identificado con las crónicas de la vida cotidiana en este país de vida azarosa. En este monográfico de Semilla Negra, el programa musical de Casa África, repasamos la trayectoria artística de Oliver Mtukudzi y su importancia en la música africana.

El músico zimbabuense Oliver Mutukudzi
El músico zimbabuense Oliver Mtukudzi

Conviene anotar, antes que nada, las circunstancias que rodean a la música en Zimbabue, un país de historia turbulenta que debido a la guerra civil amputó las posibilidades culturales hasta la independencia efectiva lograda en 1980. En el periodo poscolonial las raíces culturales autóctonas fueron reivindicadas como acervo genuino de los zimbabuenses y, en este escenario, un instrumento jugó un papel fundamental. La mbira es una suerte de piano de pulgar fabricado con una serie de estrechas tiras de metal (aunque en su origen eran de madera de bambú) y una caja hueca a modo de elemento de resonancia. Cada etnia en el país tiene un modelo singular, que también sirven para dar nombres a ritmos diferentes según el territorio y la tribu a la que pertenecen los músicos. Desde el siglo XVI, cuando ya era famosa por el caudal sonoro “dulce como un pastel” y su encaje en la cultura rural del interior de Zimbabue, la mbira es responsable de la banda sonora nacional. Y en esta cultura arraigada de cuerdas serenas, la guitarra de Oliver Mtukudzi ha logrado protagonizar un ejemplo de actividad musical no interrumpida como pocas hay en toda África. “Su voz me recuerda a la de Otis Redding”, explica la cantante norteamericana Bonnie Raitt, que ya ha grabado varias canciones del zimbabuense al que todos conocen como Tuku.

Oliver Mtukudzi nació en septiembre de 1952 en la localidad de Highfield, uno de los suburbios más importantes de Harare. En aquellos tiempos duros por la dominación británica en la entonces Rodesia del Sur no era fácil emprender un empleo artístico, menos aún musical, si habías nacido con el color de piel equivocado. Así que Oliver Mtukudzi debió esperar hasta cumplir veinticinco años para poder dar su primer paso como músico. Ocurrió con el disco sencillo Dzandimomotera, grabado en 1977 con Thomas Mapfumo en el grupo Wagon Wheels. Antes de lanzar su carrera en solitario, Oliver Mtukudzi también colaboró con el músico sudafricano exiliado Steve Dyer. “Oliver es un gran vocalista, su voz poderosa es una de las más distinguibles de toda África”, subraya el líder del conjunto Muhabe. Para el crítico Louis Gibson, la música de Oliver Mtukudzi tiene una fácil explicación: “Si Mapfumo es Bob Marley y Bob Dylan, las canciones de Tuku están entre las de Ray Charles y Otis Redding”.

Miembro de la rama korekore de la mayoritaria etnia nacional shona, Mtukudzi ha trascendido con su música las fronteras tribales de Zimbabue. Cantando en idioma shona, también en la lengua de origen zulú llamada ndebele y en inglés, el artista de Harare ha supeditado sus posiciones políticas, que considera una materia personal no sujeta a condicionantes culturales, a las crónicas de la vida cotidiana en las ciudades y pueblos rurales de su país. “Utilizo la música como una terapia para entender que los tiempos pasados y presentes forman parte de la vida. Lo que nos ocurre no es el final del mundo, forma parte de nuestras vidas”, explicó el músico zimbabuense cuando, en mayo pasado, presentó su disco más reciente, Sarawoga, dedicado a la memoria de su hijo y heredero musical, Samson Mtukudzi, fallecido en accidente de tráfico hace tres años. Y utilizando un viejo proverbio dijo: “No tienes que cantar a menos que tengas algo que contar”. Tuku, en el friso de los sesenta, tiene cinco hijos y dos nietos, y a diferencia de otros artistas nacionales no ha pensado en dejar su país.

Mtukudzi esperó hasta los 25 años para poder dar su primer paso como músico
Mtukudzi esperó hasta los 25 años para poder dar su primer paso como músico

Nuestro recorrido por la obra musical de Oliver Mtukudzi, reconocida dentro y fuera de África con premios como el continental Kora Award o el galardón que otorga la Universidad de Mujeres de África, comienza por la canción de estreno que grabó a finales de los años setenta, Dzandimomotera, y abarca un amplio muestrario de sus grabaciones posteriores. Músico prolífico, Tuku entregó una media de dos discos anuales entre 1980, año de la independencia, y finales del siglo pasado. Casi siempre secundado por su grupo titular, The Black Spirits. El sonido Tuku, seña de identidad y verdadera escuela musical en los países del sur de África, se nutre de las tradiciones añejas de la mbira, también de la música zimbabuense llamada jiti y del ritmo mbaqanga llegado de Sudáfrica.

Además de sus discos y conciertos, las canciones de Oliver Mtukudzi son importantes para la sociedad zimbabuense porque no hay asunto de interés que no se apoye en la repercusión popular de sus músicas. Con esa intención, piezas de Tuku suenan en documentales de perfil cultural como El alma de la mbira, producido por la BBC, y también en varias producciones audiovisuales para la denuncia social como Era mi niño, documental sobre los chicos de la calle que vagabundean por las principales ciudades de África. Ya en el cine, Oliver Mtukudzi protagonizó un papel secundario y puso banda sonora a la película Neria, una historia sobre el derecho de las mujeres en África que dirigió Goodwin Mawuru en 1993 sobre una novela original del escritor Tsitsi Dangarembga. En los últimos tiempos, Oliver Mtukudzi está centrado en la composición de músicas nuevas para una serie de documentales que alertan del riesgo de contagio de enfermedades graves, en especial del sida, en su país y en el conjunto de África. Por esta labor, Tuku ya ha sido reconocido por organismos internacionales y fue nombrado embajador de Unicef para África.

Carlos Fuentes (@delocotidianocf) es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.

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