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Por qué algunas campañas de terror escalan a una guerra civil y otras no – un estudio revela nuevas respuestas sorprendentes

Por qué algunas campañas de terror escalan a una guerra civil y otras no – un estudio revela nuevas respuestas sorprendentes
Imagen: Egor Shitikov en Pixabay

Muchas de las campañas terroristas son efímeras. Pero otras no. En algunos casos, las campañas de terror (violencia de baja intensidad) se convierten en guerras civiles (violencia de alta intensidad), donde los civiles luchan contra el Gobierno por el control del Estado.

Mozambique y Angola son ejemplos de países en los que los ataques de bajo nivel se convirtieron finalmente en rebeliones armadas. Pero en España, el Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre se quedó en eso—un grupo de resistencia. De una forma parecida, el Frente de Liberación de Quebec no fue capaz de convertir su campaña en una guerra civil en Canadá.

Estos ejemplos contrastantes inspiraron nuestro reciente estudio. Examinamos lo que hace que los ataques terroristas sean más propensos a convertirse en una guerra civil.

Exploramos los impactos de tres factores:

  • Cómo responde el Estado a una campaña de terror
  • Cómo responde el grupo terrorista a las estrategias antiterroristas del Estado
  • Las relaciones del Estado con otros estados

Encontramos que una campaña de terror tiene más posibilidades de escalar cuando el Estado usa la represión para detener al grupo terrorista y cuando el grupo diversifica sus tácticas de ataque.

Por el contrario, encontramos que una guerra civil es menos probable si el Estado responde con mayores gastos en salud, educación y bienestar social. Las políticas que reducen la pobreza, desigualdad e inseguridad socioeconómica reducen el incentivo para participar en el terrorismo o tolerarlo.

También encontramos, sorprendentemente, que los Estados que se vinculan en alguna forma de rivalidad con otros países son más propensos a prevenir la escalada de una campaña de terror en una insurgencia de largo plazo.

Cómo lo hicimos

Revisamos investigaciones pasadas sobre la escalada de conflictos violentos y no violentos en guerras civiles. Descubrimos que la investigación se centraba más en movimientos no-violentos que se convirtieron en guerras civiles, pero no prestaron la atención necesaria a las campañas terroristas que hacían lo mismo.

Con este telón de fondo, desarrollamos nuestra teoría sobre los tres factores influyentes mencionados anteriormente. Probamos varias hipótesis con datos, incluyendo estadísticas sobre grupos terroristas de todo el mundo entre 1970 y 2007.

Nos centramos en estos tres factores porque la capacidad de un grupo terrorista para sostener una larga insurgencia depende de sobrevivir a la etapa inicial del conflicto con el Gobierno. Alrededor del 70 % de los grupos terroristas acaban sus campañas en el mismo año de su primer ataque.

Para sobrevivir a esta vulnerabilidad inicial, un grupo terrorista necesita ser capaz de movilizar sus fuerzas para una forma más sistemática de guerra. El terrorismo no requiere movilización, pero la insurgencia sí.

Los descubrimientos

Nuestra investigación ha llevado a cuatro hallazgos principales.

Primero, descubrimos que hay una mayor probabilidad de una insurgencia cuando un Estado reprime violentamente a un grupo terrorista. La violenta represión ayuda a los grupos terroristas a convencer a los miembros moderados para llevar a cabo una rebelión. También facilita el reclutamiento incrementando las quejas en contra del Estado.

Esto se vio con el grupo rebelde de la Resistencia Nacional de Mozambique (Renamo). Aumentó su violenta campaña hasta convertirse en una prolongada rebelión armada contra el partido que gobernaba el país entre 1975 y 1992. El grupo surgió inicialmente en respuesta a la marginación de la población rural de Mozambique en la década de los setenta.

La Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) transformó de manera similar su violenta campaña por la independencia de Angola de los portugueses en una larga y brutal guerra civil contra el partido gobernante entre 1975 y 2002.

En cambio, España y Canadá implementaron políticas que abordaron las quejas y dieron a la gente menos incentivos para apoyar las rebeliones.

El Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre en España inició su campaña terrorista en 1975 con motivaciones anticapitalistas. Su último ataque fue en 2006. El Gobierno consiguió una política de negociación para persuadir al grupo a bajar las armas, y aseguró medidas de seguridad y leyes antiterroristas.

El Frente de Liberación de Quebec en Canadá lanzó una campaña violenta con el propósito de establecer un Quebec independiente. Esto condujo a ataques terroristas entre 1963 y 1970. Similar a la reacción en España, Canadá usó la negociación para sofocar la rebelión. El Gobierno también adaptó reformas, incluyendo el establecimiento de políticas de bilingüismo y multiculturalismo.

En segundo lugar, encontramos que cuando un Estado prioriza la provisión de bienes públicos sobre las políticas represivas antiterroristas, un grupo terrorista tiene menos probabilidades de convertir su campaña en una insurgencia.

Encontramos que las probabilidades de que un grupo lleve a cabo una campaña de terror disminuyen en un 57 % cuando un Estado aumenta los gastos gubernamentales por persona en un 2 %. Esto indica que unas mejores políticas redistributivas tienen más posibilidades de impedir las rebeliones organizadas.

Menos ataques terroristas ocurren en naciones con políticas de bienestar más generosas. Costa de Marfil, por ejemplo, logró evitar conflictos entre varios grupos étnicos durante dos décadas después de su independencia en 1960 redistribuyendo una parte sustancial del presupuesto del gobierno entre regiones.

Por otra parte, los tuaregs de Mali a principios de los noventa lideraron una insurrección después de darse cuenta de que habían sido mal educados y económicamente marginados. Esto se convirtió en una guerra civil, con el último ataque en 2012. Ha habido algunos enfrentamientos esporádicos desde entonces.

En tercer lugar, encontramos que grupos con estrategias de ataques diversificados tienen más probabilidades de escalar sus campañas en insurgencias organizadas contra el Estado. Esto tiene importantes implicaciones para los creadores de las políticas mirando a los esfuerzos del contraterrorismo.

Un grupo terrorista que usa un gran rango de estrategias tácticas, como asesinatos, asaltos armados, bombardeos y toma de rehenes, podría sonar como una pronta advertencia de que es capaz de librar una insurgencia organizada.

Tanto UNITA en Angola como Renamo en Mozambique, usaron una amplia gama de estrategias de ataque. En promedio, el 53 % de la cartera táctica de UNITA incluyó tres o más ataques, como hizo el 63 % de la cartera de Renamo.

Nuestro cuarto mayor hallazgo destaca el papel de las relaciones interestatales en dinámicas de escalada. Sugiere que la implicación de un país en una rivalidad con otro Estado reduce las posibilidades de que un grupo terrorista intensifique su campaña hasta convertirse en una rebelión armada. Turquía y Grecia han tenido relaciones tensas y la última vez estuvieron cerca de la guerra en 1996. Esta dinámica interestatal ayudó a Turquía a unir a sus ciudadanos contra los primeros esfuerzos del Estado Islámico para convertir sus ataques terroristas en una guerra civil.

Un gobierno enfrentándose a un rival interestatal y a una amenaza terrorista al mismo tiempo puede usar el conflicto externo para consolidar el apoyo público. Esto puede cambiar la opinión pública contra el grupo terrorista.

Entender el efecto de la rivalidad interestatal en dinámicas de escalada es importante en África. Ayudaría a explicar por qué algunas campañas terroristas en el continente se convierten en rebeliones largas y brutales, mientras los Estados externos afectan históricamente la marea de los conflictos civiles africanos.

Artículo elaborado por Ibrahim Kocaman, Isa Haskologlu y Mustafa Kirisci.

Este artículo ha sido publicado el 11 de abril de 2023 por The Conversation originalmente en inglés y traducido al español con la colaboración de Casa África. Traducción: Daniela Santana Hernández.

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