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Serge Agnessan, escritor y agitador cultural

Serge Agnessan, escritor y agitador cultural
Serge Agnessan en el SILA. Imagen: © Ángeles Jurado Quintana
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Ángeles Jurado

Periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África

“Cuando tenemos la suerte de que nos publiquen fuera, damos visibilidad a nuestras voces aquí”

Entre todas las casetas que se despliegan en la sede del Salón Internacional del Libro de Abiyán (SILA), en el Palacio de la Cultura Bernard Dadié, destaca el pequeño stand de La Case des Lucioles (La choza de las luciérnagas), una estructura mínima, que se autodefine como proyecto de ingeniería cultural y editorial, con un puñado de autores brillantes en su breve catálogo. De hecho, su catálogo es tan reducido que solo publica la obra de tres escritores locales: Placide Konan, Kapégik y Serge Agnessan. Lo hace cultivando una imagen vanguardista y con frescura y autenticidad. Además, la obvia calidad del producto centuplica el valor de su oferta.

En el sofá negro de La Case des Lucioles se repantiga Alain Serge Agnessan (Abiyán, 1987), autor que logró el premio literario Bernard Dadié en 2019, junto con Armand Gauz. Mientras Gauz lo hacía con su penúltima novela, Camarada Papá, Agnessan se hacía acreedor del reconocimiento, en la categoría de joven escritor, gracias a su obra poética Carrefour Samaké, editada por Poètes de Brousse en Canadá. De hecho, Agnessan es un talento literario marfileño con la vida dividida entre Montreal y Abiyán, doctorado en la Universidad de Western Ontario con una tesis sobre ethos e iconotextualidad posapocalípticos en cómics y películas sobre el genocidio ruandés. Tiene aires de jugador de la NBA, los vaqueros rasgados a la moda y la risa explosiva, aunque no fácil, iluminando sus rasgos perfectamente delineados. Fija en su interlocutor sus enormes ojos calmos, almendrados, y habla con suavidad, ofreciendo la opción de utilizar el francés o el inglés para comunicarse. Tiene el aura de alguien reconocido internacionalmente, habitual de la escena literaria más moderna, incluidos los slam. Su novedad para el SILA es un poemario intenso y delicado, Corps sans organes, que ha cautivado a sus lectores.

“Estamos en una sociedad en la que la literatura no ocupa todavía el lugar que debe ocupar”, empieza Serge Agnessan, acomodándose en el sofá. “Evidentemente, eso requiere tiempo. Soy muy optimista. Siendo escritor, no hay que esperar el éxito de miss Costa de Marfil. No utilizamos las mismas armas. Sabemos que el saber es una apuesta por el largo aliento. Apostamos por eso y pagamos el precio”.

Agnessan se refiere a los comentarios acerbos de Gauz, siempre desde el humor, comparando la repercusión y la recompensa que recibe un escritor que obtenga el premio literario más importante de su país, el Bernard Dadié, con el rédito que obtiene una reina de la belleza. El joven poeta no pretende quejarse: de hecho, el premio le ha reportado consideración y oportunidades, junto con “la presión de exigirse más rigor en la escritura”. Publicará una nueva novela el año que viene, en Costa de Marfil y en Canadá, país en el que le nombraron uno de los veinte mejores jóvenes autores en aquel bendito 2019. De hecho, puede vanagloriarse de que, antes de recibir el Bernard Dadié, ya era visible en Canadá. “Ser célebre o recibir un premio en Francia, en Canadá o en Occidente tiene más impacto, porque está el poder mediático y está también la historia literaria y el aura que va a rodear al libro y al autor”, precisa. “Si hubiera publicado Carrefour Samaké en Costa de Marfil, no habría tenido tanto éxito. Somos todos conscientes de eso. Es verdad que es doloroso, pero qué podemos hacer por el momento”.

Interrogado sobre lo que se hace desde las responsabilidades políticas por cambiar esa situación, da una respuesta lapidaria. “No hay política del libro en Costa de Marfil”, se lamenta. “No hay ayudas a la edición, no hay ayudas a la publicación, no hay ayudas para la escritura, no hay becas para escritores. A los escritores se les abandona. Nos arrastra la pasión, nuestras ganas de compartir nuestra visión del mundo, de participar en lo que llamamos la literatura del mundo, la bella literatura. Hacemos lo que podemos. No vamos a dejar de escribir ni de publicar. Creo que somos lo suficientemente astutos, cuando tenemos la suerte de que nos publiquen fuera, como para beneficiarnos del aura exterior para dar visibilidad a nuestras voces aquí”.

Agnessan afirma que los medios son una especie de ejército hoy en día y que todas las potencias lo entienden perfectamente, empezando por Estados Unidos. “Se va a la guerra en este mundo globalizado empezando por los medios”, señala. “Cuando no tenemos medios fuertes, no tenemos una cultura fuerte que brille en el exterior. En el momento en que nos traducen, tenemos acceso a la lengua de un país, pero también a su poder mediático y a su historia literaria. Para nosotros, que tenemos una historia literaria escrita que no se remonta tan lejos, hay una dependencia del aura mediática de esos países”.

Agnessan tiene poco tiempo. Lo eligieron para moderar una charla entre dos pesos pesados literarios en su país, Tanella Boni y Véronique Tadjo, y firma libros y realiza presentaciones en estos días. El SILA también es el escenario en el que se vuelve a otorgar el premio Bernard Dadié y donde nos enteramos de que el heredero de Gauz es Camara Nangala, con su obra Parcours. Recibió el premio de manos de una omnipresente Tanella Boni, a quien se dedicaba el salón, y de Simone Ehivet Gbagbo, líder política y antigua primera dama del país. El Bernard Dadié también llegó a las manos del prolífico Josué Guébo, con su obra infantil Le cache-nez du père Noël, y a las aulas de la escuela primaria Les Jardins, en Abiyán, y del instituto Mamie Adjoua, en Yamusukro.

Artículo redactado por Ángeles Jurado Quintana.

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