Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

África versus coronavirus: ¿cómo actúa el sistema cuando el sistema es una misma?

África versus coronavirus: ¿cómo actúa el sistema cuando el sistema es una misma?
La economía informal y de subsistencia hacen inviable el confinamiento durante el día. Imagen: Antonio Olalla García
La economía informal y de subsistencia hacen inviable el confinamiento durante el día. Imagen: Antonio Olalla García
La economía informal y de subsistencia hacen inviable el confinamiento durante el día. Imagen: Antonio Olalla García
La economía informal y de subsistencia hacen inviable el confinamiento durante el día. Imagen: Antonio Olalla García

¿Por qué la distancia social no funciona en el continente africano? Nos va a costar entenderlo si no nos quitamos las gafas europeas. Aún nos cuesta ponernos las gafas del feminismo como para intentar cambiar de graduación de golpe. Vayamos poco a poco. En el análisis que se hace de la baja proliferación del coronavirus en Alemania destaca la variable de la cercanía social de los y las más jóvenes a sus núcleos familiares. Esto es, que mientras que en Italia y España alrededor de un 23% de la franja de jóvenes adultos seguía viviendo con sus padres y madres, en Alemania está alrededor de un 10%, lo cual ha evitado el contagio a la cohorte de edad más vulnerable (de 65 y más). Como no vamos a entrar en análisis comparado de precio de vivienda y alquiler, salario medio o apego social a los familiares, entendamos que la distancia social no siempre es plausible en todos los contextos. Pero claramente, allá donde no podemos llamar sistema al “sistema”, es inviable. Y las familias del continente africano lo saben. Y muy bien.

Los barrios marginales y los asentamientos informales como los de Kibera en Nairobi forman parte de las infraestructuras físicas de muchas ciudades africanas.. Sin sumar los campos de refugiados en el continente, muchos de ellos superpoblados y hacinados. En contextos donde la economía informal representa más de dos tercios de la actividad de la población activa, ¿cómo planteas el teletrabajo? Y eso pudiendo tener los medios tecnológicos adecuados para vender tu ropa, artesanías, cultivos, etc., por internet. Como bien decía el experto en salud y asistencia humanitaria de Zimbawe, Karsten Noko: “la opción que tiene ante usted es quedarse en casa y no ofrecer la cena a su familia; o salir a la ciudad e intentar valerse por su familia. Si yo fuera esa persona vendiendo en un mercado, sé qué elección tomaría. Y no es la del distanciamiento social.”

Si sumamos que el turismo, sobre todo proveniente de Europa, supuso el 8,5 % del PIB de África en 2018, y la ocupación de más de 24 millones de hombres y mujeres del continente, medidas como el cierre de fronteras y las prohibiciones de viajar puede suponer la destrucción de una fuente importante de medios de vida.

Pero las naciones de África van a mirar a Asia antes que a Europa y EE.UU. Por dos razones: porque la pandemia ha entrado desde el norte occidental -no desde el Este-, y porque las “soluciones” que se están practicando en dichos países no animan a ser importadas. Las recetas del pasado provenientes del norte y cocinadas con la materia prima de unas autoridades políticas favorables a ellas en el continente africano ha dejado un panorama poco alentador: difícil acceso a la atención médica y baja cobertura de vacunación entre las comunidades vulnerables, desnutrición, sistemas de salud pública débiles o inexistentes, omisión de enfermedades curables propensas a las epidemias, inseguridad y, en definitiva, incapacidad para cubrir, geográficamente y económicamente, las necesidades básicas de salud, han despejado el camino para una propagación de esta y otras epidemias anteriores. Podemos ver, por ejemplo, la actuación de los organismos internacionales ante el último gran brote de Ébola en la RDC, rápida y mediática, pero no precisamente eficaz. Y no solo por los problemas estructurales, logísticos y de seguridad en el país africano. La ciudadanía congoleña también recelaba de la asistencia sanitaria para combatir la enfermedad. ¿Por qué? La explicación se alimenta en ese espacio de nuestra mente, morboso y ansioso de exotismo: una enfermedad devastadora en el corazón de ese “África Negra”, misteriosa y desconocida. El caldo de cultivo perfecto para recibir una amplia atención mediática y una alta inversión de recursos económicos y humanos.

Hospital Materno Infantil del Velingara, Kolda (Senegal). Imagen: Fina Sensada Boixader
Hospital Materno Infantil del Velingara, Kolda (Senegal). Imagen: Fina Sensada Boixader

El sarampión, una infección en el aire altamente contagiosa, se puede prevenir mediante una vacuna de dos dosis, la cual está disponible desde la década de 1960. A principios de enero de este año la OMS anunció que el número de personas que murieron por una epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo (RDC) fue de 6000 personas. Tres cuartas partes de los fallecidos son menores de edad, de una epidemia que ha afectado a más de 310.000 personas desde principios de 2019. A pesar de la devastadora cifra de muertos, la comunidad internacional prestó poca atención al brote. El ébola ha matado alrededor de 2000 personas en la RDC desde 2018 y no tiene vacuna conocida. La comunidad internacional y los medios de comunicación prestaron menos atención al brote de sarampión que al del ébola. Unas muertes eran “aceptables” porque podían controlarse con dos dosis. Solo hacia falta la vacuna de la voluntad. La otra era la pesadilla de la distopía orwelliana. Una amenaza en el paraíso eurocéntrico.

El SARS en 2002, la gripe porcina en 2009 o el ébola en 2014 no llegaron a ser pandemias, lo cual hizo que el mundo se confiara de que las crisis víricas podían ser fácilmente controlables, e innecesaria una investigación en mayor profundidad. Y menos aún de inversión en sistemas sanitarios públicos, gratuitos y preventivos. Los hechos constatan que depender de la voluntad e interés de la comunidad internacional para resolver emergencias sanitarias es una apuesta, cuanto menos para el pueblo africano, arriesgada.

Al final, el peor distanciamiento social no es el realizado con las personas más cercanas: el mejor truco ha sido convencer al pobre que el enemigo es el pobre. Convencer al agricultor blanco que se desloma en su campo que el enemigo es el agricultor negro -más pobre que él- que se desloma en su campo. Una vez más vamos a ser cómplices de la destrucción de los sistemas y el autoengaño para construir la profecía autocumplida: la resiliencia del pobre. Las Áfricas siempre golpeadas y continuamente capaces de recuperarse del desastre. ¿Para qué necesitas un sistema africano si el sistema blanco te ayudará? Hay demasiados mensajes que tratan de convencernos de que tener un sistema público propio, capaz y no dependiente es demasiado caro a corto plazo. Pero esta vez nos ha tocado a Europa, y no solo a África. Y vemos lo caro que es no tenerlo.

Alvaro Martin de Vega es consultor técnico de cooperación y educación, africanista y especialista en género, igualdad y nuevas masculinidades.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *