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Coronadeuda o afrobonos. Parte II

Coronadeuda o afrobonos. Parte II
Una de las voces críticas sobre las moratorias es el ministro de Economía y Finanzas de Benín. El Sr. Wadagni afirma: “el alivio de la deuda o una moratoria en este contexto constituye un llamado a la indulgencia de los acreedores y no proporciona soluciones estructurales a las dificultades de los Estados”. Imagen: Karina Claramunt
Una de las voces críticas sobre las moratorias es el ministro de Economía y Finanzas de Benín. El Sr. Wadagni afirma: “el alivio de la deuda o una moratoria en este contexto constituye un llamado a la indulgencia de los acreedores y no proporciona soluciones estructurales a las dificultades de los Estados”. Imagen: Karina Claramunt
Una de las voces críticas sobre las moratorias es el ministro de Economía y Finanzas de Benín. El Sr. Wadagni afirma: “el alivio de la deuda o una moratoria en este contexto constituye un llamado a la indulgencia de los acreedores y no proporciona soluciones estructurales a las dificultades de los Estados”. Imagen: Karina Claramunt
Una de las voces críticas sobre las moratorias es el ministro de Economía y Finanzas de Benín. El Sr. Wadagni afirma: “el alivio de la deuda o una moratoria en este contexto constituye un llamado a la indulgencia de los acreedores y no proporciona soluciones estructurales a las dificultades de los Estados”. Imagen: Karina Claramunt

Por Álvaro Martín de Vega. ¿Y a dónde vamos? Pues a causa de la Covid-19 y la crisis sanitaria, social y económica mundial devenida de la pandemia, muchos países africanos han anunciado importantes medidas de estímulo fiscal. La Comisión Económica para África (CEPA), dependiente de Naciones Unidas, anunció que esta crisis podría reducir el crecimiento del PIB del continente de un 3,2% a menos del 2%. La interrupción de las cadenas de suministro provocará la caída de los ingresos por exportaciones en 101 mil millones de dólares, a sumar 65 mil millones de dólares más para los países productores de petróleo como Angola y Nigeria, que ven como el precio del petróleo ha caído drásticamente.

Y en este escenario, reaparece con fuerza una reclamación que, por justicia y moralidad, sigue siendo pertinente:  la cancelación de la deuda. Figuras de peso en el continente africano, como el primer ministro etíope y premio Nobel de la Paz, Abiy Ahmed; el jefe de Estado senegalés, Macky Sall, y el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana (UA), Cyril Ramaphosa, conforman el triunvirato que encabeza este movimiento de reclamación de la condonación masiva de la deuda africana. Nada ilógico, por otra parte. Más llamativo es que Emmanuel Macron, presidente de Francia, se sume a esta posición de cancelación masiva. Y lo que aquí nos encontramos, forma parte de esa misma relación: hay una deuda pública que se sabe incobrable, y una deuda privada que prevalece y puede ser “cobrada”.

Está claro que las medidas recientes a favor de los países pobres, y el acuerdo del pasado 15 de abril de 2020 en el marco de las reuniones del G20, son un ejercicio importante de cooperación y coordinación, y debe ser puesto en valor. Pero las recetas para África responden a un poco más de lo mismo, en relación con las recetas de recuperación financiera que se auto – ofrecen las economías del norte occidental.

Una de las voces contrarias al alivio y condonación masiva de la deuda del continente africano es la de Romuald Wadagni, ministro de economía y finanzas de Benín. Según Wadagni, “el alivio de la deuda o una moratoria en este contexto constituye un llamado a la indulgencia de los acreedores y no proporciona soluciones estructurales a las dificultades de los Estados”.

La posición no se basa en criterios exclusivamente éticos. El problema de fondo es el del valor de la economía africana para el mercado mundial. La condonación total de la deuda, o las moratorias en el pago de la misma, solo llevan a afectar más la imagen de los estados y comprometer su acceso a financiamiento en el futuro. Las deudas soberanas nunca se quitarán la etiqueta de “basura”, arrastrando por las siguientes décadas una percepción de mala calidad crediticia. O lo que es lo mismo: la etiqueta de mal pagador de las deudas, lo cual es claramente sancionado por el mercado. Y no estamos hablando de un mail augurio, porque la historia pasada nos recuerda como las cancelaciones de deuda llevadas a cabo en las últimas décadas (vinculadas a la iniciativa HIPC -Heavily Indebted Poor Country- y posteriores a su aplicación), solo dejaron una mancha en la reputación de los países “beneficiados” para con los prestamistas privados y deudores bilaterales públicos.

Los países del continente africano se han esforzado claramente en mejorar el clima de negocios y los indicadores de riesgo en las clasificaciones de la OCDE.  Ello es utilizado para establecer la tasa de endeudamiento de muchos préstamos. Pero la desconfianza de los actores occidentales se mantiene, y muchos de los que aceptaron en su día el “alivio” de dichas deudas no han vuelto a financiar / invertir en los mercados africanos, excepto en forma de donaciones.

Sin embargo, en vista de la debilidad del ahorro interno y del sector privado, la deuda, ese bien crediticio en las mejores condiciones de costo y duración, es esencial para poner a las economías africanas en una senda de crecimiento sostenible.

Tal como indica el ex secretario de la Comisión Económica para África, Carlos Lopes, las necesidades urgentes expresadas por África podrían resolverse con 200 mil millones de dólares. Sin duda alguna es una cantidad enorme de fondos, pero solo una pequeña parte de lo que el continente europeo va a precisar para su auto rescate; o repetir la exitosa solución planteada en la anterior crisis financiera mundial de 2008, cuando se liberaron rápidamente 250 mil millones de dólares.

Si podemos sacar algo pragmático de esta situación, debe ser reflexionado desde la humildad y no desde una visión soberbia. Las recetas del pasado tienen efectos secundarios por los que las siguientes generaciones se ven afectadas. Y los mecanismos están ahí: las instituciones multilaterales y los bancos de desarrollo deberían utilizar su calidad crediticia para movilizar individualmente recursos concesionales o semiconcesionales para financiar las economías africanas, en un momento en que su acceso a financiamiento está a tasas muy bajas de interés.

Se podría empezar a hablar de instrumentos comunes que agruparan sus cualidades crediticias en un producto Ad Hoc como los “Afrobonos”, dedicados a un plan de construcción y reconstrucción a una escala nunca conocida. Si el Mecanismo Europeo de Estabilidad es una buena herramienta para Europa, ¿por qué no puede ser una buena fórmula inspiradora para la Unión Africana? Un mecanismo con diferentes programas adaptados a las especificidades de cada país, desde aquellos con mayor riesgo de refinanciación, hasta líneas de financiación para programas de inversión importantes y más solventes.

El continente africano y los países que lo componen debe hacer frente a una deuda responsable, en lugar de seguir siendo víctima y cautivo de la indulgencia del norte desarrollado. Y para confirmarlo, podemos crear aquí mismo una “Teoría de la empatía económica”: imaginen como se sentirían los países de la Europa mediterránea más afectados por el Covid19, si en la demanda a sus socios del norte para crear un instrumento mutualizado como los Eurobonos, la respuesta fuera negativa. Y, además, alguno de esos países prefiere dar una donación antes que prestar dinero porque dicha situación ya la han vivido hace no mucho y no se fían de los países del Sur -pero de nuestra Europa-.  ¿Cómo se sentirían ante tanta indulgencia?

Álvaro Martín de Vega es consultor técnico de cooperación y educación, africanista y especialista en género, igualdad y nuevas masculinidades.

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