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Zambia: casinos y suspensión de pagos

Zambia: casinos y suspensión de pagos
El ministro de Finanzas zambiano anunció que el país no pagaría el plazo de su deuda 30 días después de la fecha indicada. El país está oficialmente en default. Imagen: EpicTop10.com en Flickr
El ministro de Finanzas zambiano anunció que el país no pagaría el plazo de su deuda 30 días después de la fecha indicada. El país está oficialmente en default. Imagen: EpicTop10.com en Flickr
Jaume Portell Cano

Jaume Portell

Periodista

Y haré en ellos grandes venganzas con reprensiones de ira; y sabrán que yo soy Jehová, cuando haga mi venganza en ellos.

Ezequiel 25:17

Si pago, en el momento en que pague, los otros acreedores pondrán dinamita bajo mis piernas y me harán volar por los aires. Se acabó. No podré caminar más. Si no pago a los acreedores, mis piernas permanecerán intactas, pero probablemente tendré un disparo en el brazo y sangraré. Pero podré caminar.

Bwalya Ng’andu, ministro de Finanzas de Zambia.

El ministro de Finanzas zambiano anunció que el país no pagaría el plazo de su deuda 30 días después de la fecha indicada. El país está oficialmente en default. Imagen: EpicTop10.com en Flickr
El ministro de Finanzas zambiano anunció que el país no pagaría el plazo de su deuda 30 días después de la fecha indicada. El país está oficialmente en default. Imagen: EpicTop10.com en Flickr

Por Jaume Portell. El pasado viernes, el Gobierno zambiano no pagó 42,5 millones de dólares que debía a los inversores occidentales. La jugada ha despertado la atención de los medios financieros del mundo anglosajón, teniendo en cuenta que este podría ser un precedente para los otros 20 países del continente que han colocado eurobonos en los últimos años. Desde el 2012, Zambia ha vendido eurobonos por un valor de 3000 millones de dólares. Tras un deterioro de las finanzas nacionales, este país del sur de África cesó los pagos de los intereses de la deuda. Ante tal escenario, y con más de 12 000 millones de deuda en total, los acreedores adoptaron tácticas distintas. Por un lado, Occidente; por el otro, China. Los chinos fueron los primeros en mover ficha: aplazaron el pago de los plazos de la deuda, con lo cual Zambia liberaba recursos para poder destinarlos a la lucha contra la pandemia de la covid19 en el país. Los inversores occidentales, entre ellos el segundo mayor fondo de inversión del mundo –Blackrock– y el banco de inversión JP Morgan, exigieron más transparencia a los zambianos: querían saber cuánto dinero debían realmente a China. Los dos grupos de acreedores temían lo mismo: que su gesto para aliviar el pago de la deuda sirviera para pagar a los otros actores. En nombre de la igualdad para todos, y utilizando una metáfora macabra sobre su integridad física, el ministro de Finanzas zambiano anunció que el país no pagaría el plazo de su deuda 30 días después de la fecha indicada. El país está oficialmente en default.

¿Qué significa a corto plazo?

El Gobierno zambiano, desde el inicio de las negociaciones, ha dejado claro que este impago es simplemente para ganar aire, y que en el siguiente plazo pagarán las deudas correspondientes. En declaraciones a Bloomberg, el comité de acreedores que ostentan el 40% de los eurobonos zambianos tenía otra versión más crítica con el Gobierno zambiano: no habían recibido ningún tipo de información respecto a la planificación económica o fiscal del país; sin eso, cualquier acuerdo era imposible. El consultor financiero zambiano Trevor Simumba describió la gestión del Gobierno como una muestra de “trágica incompetencia y mediocridad”. El lunes, el valor del bono de Zambia con vencimiento en 2024 cotizaba un 50% por debajo de su valor inicial. La desesperación de los acreedores podría llevarlos a venderlos, con lo que el precio caería y, en consecuencia, el tipo de interés al que Zambia podría endeudarse en dólares se dispararía.

La situación del país ya era delicada: con la caída del precio del cobre -su principal exportación- las reservas de dólares del banco central de Zambia se han desplomado. Ahora tiene 1300 millones de dólares, el equivalente a 2 meses de importaciones. La FAO alertó a finales de septiembre de las consecuencias que la plaga de langostas podría tener en la producción alimentaria: la cosecha invernal se podría perder y, a principios de este año, el país ya había tenido problemas por una sequía prolongada.

Un tercio de las importaciones del país están relacionadas con la comida y la energía. Con la escasez de dólares y la kwacha, la moneda local, en caída libre (ha perdido un 50% del valor este año), el efecto más inmediato es el aumento de los precios de los productos más básicos. Si las cosechas son insuficientes, la dependencia del exterior será aún más grave, y la inflación ya supera el 16%. Si el país quiere conseguir aquello que no produce del exterior necesitará dólares de Estados Unidos. La única manera de conseguirlo es endeudándose a tipos de interés prohibitivos o que el precio del cobre se dispare y se mantenga alto. Con la pandemia aún encima de la mesa, la actividad industrial -que demanda cobre- difícilmente se recuperará, con lo cual ese segundo escenario queda descartado a corto plazo. La primera posibilidad agravaría aún más el estado de las finanzas del país, que en 2019 gastaba en el servicio de la deuda más que en sanidad y en educación: en total, el 25% del presupuesto nacional se dedicaba a pagar a los acreedores internacionales. Una delegación del FMI llegará al país el mes que viene, según el ministro de Finanzas zambiano.

¿Por qué es importante?

Más allá de las implicaciones para Zambia y sus 17 millones de habitantes, el caso zambiano es un aviso de lo que podría suceder en otros países del continente. Durante años, los inversores internacionales fueron a la caza de las rentabilidades que les ofrecían los bonos africanos. En 2019, los eurobonos africanos superaron los 100 000 millones de dólares. Los principales vendedores fueron Sudáfrica, Egipto y Nigeria; otras economías pidieron prestado el 10% de su PIB: fue el caso de Zambia, Senegal, Gabón, Ghana o Costa de Marfil. Muchos de los emisores de bonos tenían una fragilidad común: la dependencia de una materia prima cuyo precio podía caer en cualquier momento. Si Costa de Marfil emite un eurobono con vencimiento en 2030 o 2048, la apuesta de los inversores se basa en una idea frágil e inédita: que el precio del cacao esté alto durante veinte o treinta años seguidos. Cuando quiebren, los inversores clamarán indignados y pedirán un plan de ajuste al Fondo Monetario Internacional para recuperar la confianza en el país. El plan -liberalización, privatización o recortes en gasto público- ahondará todavía más en la dependencia inicial en las materias primas. No importará: pasado un tiempo, los inversores volverán a comprar los mismos bonos del mismo país; con un poco de suerte, a un tipo de interés más alto.

En algunos casos, ni siquiera hay que esperar para hacerse el sorprendido. Con el petróleo a un precio bajo, el Gobierno de Angola -el 90% de las exportaciones son petróleo o derivados- ya vendió dos eurobonos en noviembre de 2019. Distribuidos por el Deutsche Bank y Standard Chartered, los términos del más longevo eran los siguientes: el país recibiría 1250 millones de dólares a un tipo de interés del 9,125% anual. Los intereses (114 millones) se pagarían anualmente hasta el año 2049, fecha en la que se debería devolver el principal (los 1250 iniciales). Los inversores lo celebraron, contentos: la demanda triplicó a la oferta. Para recibir 1250 millones, Angola acabará pagando más del triple.

 

Jaume Portell es periodista especializado en economía y relaciones internacionales, muy vinculado al continente africano. Ha trabajado para varios medios de comunicación nacionales y colabora con Mundo Negro.

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