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Viajamos a… Benín: bailando en el festival del vodún

Viajamos a… Benín: bailando en el festival del vodún
Festival de Vudú de Benín de 2009 / Linda Schonknecht
Festival de Vudú de Benín de 2009 / Linda Schonknecht

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En Casa África, inauguramos hoy la sección Viajes del Blog África Vive para dar a conocer las miles de culturas africanas desde la perspectiva del turismo y las actividades, acontecimientos y efemérides que tienen lugar allí. Las que hacen que os animemos a cruzar el continente y descubrirlas por vosotros mismos. Seguimos tratando de derribar así los estereotipos asociados con África para mostrar las otras caras y facetas que poco se conocen y que tanto merecen la pena.

En esta labor contaremos con la ayuda y experiencia de Pablo Strubell e Itziar Martínez-Pantoja, viajeros incansables que protagonizaron África de Cabo a Rabo, una aventura  de 350 días que les llevó desde Sudáfrica a Marruecos, pasando por otros 14 países y desplazándose principalmente a través de transporte público. Cada entrada sobre viajes incluirá al final una ficha con información fundamental y muy práctica para viajar a cada país y que os recomendamos descubrir. Comenzamos este encuentro con Benín, un país donde conviven el cristianismo, el islamismo y el vodún y que justo estos días celebra su gran cita anual: el Festival de Vodún de Benín.

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Festival de Vudú de Benín de 2009 / Linda Schonknecht
Festival de Vodún de Benín de 2009 / Linda Schonknecht

Sangre, oscuros rituales, maleficios, brujería, catarsis, magia negra… A muchos, mencionar el vudú les trae a la mente imágenes perversas y malignas. Por eso, estos mismos deben pensar que algo tremendamente malévolo debe suceder cada 10 de enero en Benín. Algo inimaginable, siniestro lo menos, pues ese es el día del vodún, una de las religiones oficiales en este país. Y por si no fuera suficiente con eso, se conmemora por todo lo alto: es la fecha elegida para celebrar el Festival del Vodún. Pero ese día cualquier que acuda al festival comprobará que la realidad es otra, muy distinta: hablamos de cosas diferentes.

En el imaginario de muchos tal vez está lo que hoy se conoce como vudú, la evolución y mutación de aquellas creencias autóctonas de los esclavos africanos que fueron desposeídos de su libertad y trasportados contra su voluntad a países del Caribe y Brasil. Poco tiene el vodún de oscuro y siniestro. En breve, cree que fuerzas de la naturaleza o antepasados desempeñan un papel en el día a día de los creyentes y ha sido el origen de la santería (así llamado en Cuba), candomblé (en Brasil) y vudú (en Haití), según comenta el escritor y también africanista Manuel Serrat Crespo.

Así es que en esa fecha miles de devotos acuden a Ouidah, el principal centro de culto de esta religión, entre otras cosas para recibir la bendición del máximo representante religioso y jefe vodún de la ciudad. Pero lejos de ser algo oscuro y maligno, el festival y sus rituales con el paso de los años se han convertido en una gran fiesta popular. El festival es, seguramente, el más activo, pasional, colorido y numeroso de todos los que se celebran en el país. No solo viene gente de todos los rincones de Benín: los hay que vienen de Haití, de Brasil y de países limítrofes como Togo. Para todos es un día muy especial y para muchos ciudadanos (agricultores, pescadores) es una ocasión única de estar junto a nobles locales, líderes espirituales y demás honorables.

Por eso cada 10 de enero Ouidah deja de ser pueblo para convertirse en ciudad. Su población de 90.000 habitantes se multiplica por cinco o seis y se convierte en la capital mundial del vodún. Bajo el calor, la humedad y un sol que taladra la piel, las celebraciones empiezan a media mañana en el corazón de la ciudad, en su templo más importante: el Templo de las Pitones. Allí, bajo la sombra de un enorme iroko sagrado, el sacerdote supremo Daagbo Hounon Houna II sacrifica una cabra para honrar a los espíritus y antepasados y recibir así sus bendiciones. Solo unos pocos privilegiados pueden presenciarlo, pero los favores son para ellos y para las miles de personas que aguardan para acompañarle a la playa, donde se desarrollará el resto de actividades.

El festival se celebra en la ciudad costera de Ouidah, a unos 40 kilómetros de la capital /      Brian Kelley
El festival se celebra en la ciudad costera de Ouidah, a unos 40 kilómetros de Cotonou/ Brian Kelley

Los cuatro kilómetros que separan la ciudad de la costa se convierten en una deslavazada y anárquica procesión: no hay prisa, la fiesta está empezando. Cada uno a su ritmo, el recorrido se eterniza: algunos van en pequeños grupos que paran para bailar, saludar a gente o realizar pequeñas ofrendas; las madres, con sus cabezas llenas de bultos, llevan a los bebés atados a la espalda; los hombres aporrean los tambores. Y entre tanto alboroto no es difícil distinguir a los honorables: son los que van protegidos del inclemente sol por enormes e historiados paraguas.

En la playa, junto a la histórica Puerta del No Retorno, todo es bullicio, caos, actividad, alegría. Y calor. En unas precarias tribunas los honorables disfrutan de bailes y música dedicada a ellos, tras largos y pomposos discursos de presentación. En un escenario central los griots (juglares) entretienen haciendo acrobacias, castillos o demostraciones de equilibrio en el extremo de un altísimo poste; más tarde, fetiches (representaciones de las deidades) de paja recorren la arena, girando con virulencia. Pero la mayor parte del entretenimiento la proporcionan pequeños grupos de hombres cargados con tambores. En torno a ellos se crean corros de devotos y el centro lo toman fieles vestidas con coloridas telas africanas, bailando compulsivamente; también hombres con trajes rituales, cargados de amuletos, con los rostros decorados con pintura blanca; o jóvenes recientemente iniciados y claramente agitados. A media tarde, el alcohol ya ha hecho efecto y al caos se le une la euforia tras varias horas de bailes, sol y espiritualidad.

Empieza a caer el sol. Detrás de las tribunas, junto al mar, grupos de mujeres vestidas de blanco refulgente y otras con telas con el mismo diseño bailan juntas tras hacer sus pequeñas ofrendas en la arena: privadas, discretas, íntimas. Alcohol, azúcar, aceite de palma, fetiches… y en ocasiones, sacrificios de alguna gallina o cabrito.

El anochecer marca el final de la fiesta. Los hombres respetables son despedidos en la residencia particular de Daagbo Hounon Houna II, quien les ofrece comida y bebida. El resto, una verdadera riada humana, abandona el lugar tranquila y fatigadamente.

El vodún como parte esencial del día a día

Aunque el Festival es una jornada importante, el vodún es una parte esencial y cotidiana en el día a día de muchos benineses. Es una religión animista que cree que todos los seres y objetos de la naturaleza tienen espíritu. En su visión, el mundo está hecho de cuatro elementos principales: fuego, aire, tierra y agua. Creen en el poder de los talismanes y amuletos. Y por paradójico que pueda parecer, aunque el 43% de la población se declara cristiana y el 25% musulmana, casi todos los benineses combinan la práctica de estas religiones con sus creencias tradicionales.

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Actuación de danza en el festival / Gabontour

Como cualquier religión, el vodún también tiene su parafernalia necesaria para los sacrificios, las ofrendas y la protección de las personas y los hogares. Y estos se ofrecen en cualquier mercado, como cualquier otro producto de consumo. El de Ouidah es especialmente llamativo: en la parte exterior del mercado, varios puestos venden aceites, piedras, figurillas humanas talladas en madera y, lo más sorprendente, animales disecados de todo tipo. Desde pajarillos y camaleones hasta monos, lagartos, facóqueros con sus llamativos colmillos… aunque de los más grandes solo lo más cotizado: las cabezas. La sorpresa del visitante es proporcional a la del tendero, que no acaba de entender porqué miramos su producto con tanto asombro.

De entre todos los numerosos templos dedicados al vodún esparcidos por toda la ciudad, destaca el Templo de las Pitones. Una pequeña choza del templo alberga más de 40 de estos reptiles, que los benineses veneran porque creen que traen prosperidad y buenas cosechas. En el templo, a la mínima oportunidad, el guía te coloca una pitón en el cuello que debes sostener sin perder la sonrisa. Y luego darle una propina, claro.

El vodún también tiene su espacio en el Bosque Sagrado, que aquí pueden visitar los no iniciados en esa religión. Lo más interesante resulta ver esculturas que representan las numerosas deidades que tienen: el que trae la lluvia, el que la para, el que protege de las malformaciones congénitas… Para nosotros la más llamativa fue la del dios de la viruela, al que se comenzó a adorar buscando protección contra esta enfermedad introducida por los europeos y de la que Benín sufrió varias epidemias.

Otras actividades durante el festival

Además de todo esto y por si el Festival del Vodún no fuera suficientemente atractivo en sí mismo, en las mismas fechas se celebra en la ciudad el Festival de Cine Quintessence. Durante los cuatro días que dura se proyectan películas africanas, documentales y cortometrajes en al menos cinco lugares de la ciudad. Es, nuevamente, un festival abierto a todo el público, popular, con la mayoría de las proyecciones en las calles. No es sino otra magnífica ocasión para mezclarnos con la gente, disfrutar de cine y conocer un poco mejor la cultura africana.

[box type=»info»] Visita aquí la pestaña «Para viajar» de la ficha práctica de Benín y descubre más información práctica y útil para planificar tu visita al país y conocer de antemano lo que no te puedes perder, sus costumbres, festivales, transportes, recomendaciones sanitarias y consejos para viajar por libre.[/box]

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