50 años de independencia de las colonias portuguesas

50 años de independencia de las colonias portuguesas
Revolução dos Cravos. Imagen: © Desconocido en Wikimedia Commons

Antoni Castel

Doctor en Ciencias de la Comunicación, miembro de GESA

Hace cincuenta años, cuatro colonias portuguesas en África acceden a la independencia: Angola, Cabo Verde, Santo Tomé y Mozambique. Guinea Bissau la alcanza en septiembre de 1974. Unas independencias tardías, obtenidas tras una cruenta guerra colonial en Angola, Guinea Bissau y Mozambique y una revolución, de los claveles, que acaba con la dictadura en Portugal.

En cincuenta años, Portugal y sus excolonias africanas sufren muchos cambios. Tras la toma del poder por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), el 25 de abril de 1974, Portugal pasa por un periodo convulso, de tensiones sociales, conocido como Proceso Revolucionario en Curso (PRC). Superada la inestabilidad, Portugal democratiza sus instituciones, se moderniza e inicia la andadura hacia la incorporación en la entonces Comunidad Económica Europea, formalizada el 1 de enero de 1986, al mismo tiempo que España. Ahora, Portugal es uno de los socios más dinámicos de la Unión Europea (UE), un puntal fundamental en un continente que se enfrenta a numerosos retos políticos y geoestratégicos.

Integrado por militares que han participado en las guerras coloniales, el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) se marca como prioridad la descolonización de unos territorios que conocen muy bien. Las guerras de ultramar consumen ingentes recursos, cuestan la vida de miles de jóvenes portugueses y, según los propios militares que han combatido en África, no se pueden ganar porque los movimientos de liberación africanos cuentan con apoyo popular y la simpatía de numerosos países, tanto del campo soviético como occidental. Al fin y al cabo, la entrada en Lisboa de los soldados al son de la canción Grândola, Vila Morena de José Afonso, supone no solo el fin del Estado Novo creado por Oliveira Salazar, sino también el despertar del sueño de un imperio portugués, que abarca “do Minho ao Timor”, de acuerdo con la propaganda oficial del régimen caído.

Traspaso de poderes en Guinea Bissau

En el caso de Guinea Bissau, las negociaciones para la descolonización son un puro trámite puesto que las Naciones Unidas ya han reconocido la independencia declarada de forma unilateral seis meses antes, en septiembre de 1973 en Madina do Boé por el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGCV). Por tanto, se trata tan solo de acordar el traspaso de poderes a la guerrilla, que controla extensas zonas del país. La independencia se formaliza el 10 de septiembre de 1974, con Luis Cabral como presidente de Guinea Bissau. Luis es medio hermano de Amílcar Cabral, el fundador del PAIGCV, asesinado en Conakri en enero de 1973.

Las conversaciones tampoco son complejas para Cabo Verde, Santo Tomé y Mozambique. Ni en el archipiélago de Cabo Verde ni en las islas de Santo Tomé y Príncipe hubo guerra, porque la insularidad tampoco lo permitía, pero sí había un fuerte rechazo a la presencia colonial, vehiculado, respectivamente, a través del PAIGCV y el Movimiento de Liberación de Santo Tomé y Príncipe (MLSTP). Cabo Verde alcanza la independencia el 5 de julio de 1974, una semana antes que Santo Tomé y Príncipe.

En Mozambique, el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) ejerce el control en amplias áreas del norte del país y goza de prestigio entre la intelectualidad, tanto blanca como negra, y los assimilados, los africanos que forman parte de una categoría social reservada a quienes dominan la lengua portuguesa y viven de acuerdo con los cánones marcados por la administración colonial. En las negociaciones, celebradas en Lusaka (Zambia), con la participación del Gobierno portugués y el Frelimo, se acuerda conceder la independencia el 24 de junio de 1975. El presidente del Frelimo, Samora Machel, se convierte en el primer presidente de Mozambique.

Injerencia de la Sudáfrica del ‘apartheid’ en Angola

En Angola, la joya de la corona del imperio portugués, se enfrentan entre sí tres movimientos de liberación: el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), marxista, apoyado por la Unión Soviética; la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), con lazos con la Sudáfrica del apartheid, y el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA), afín al Zaire del presidente Mobutu Sese Seko. Por consiguiente, las negociaciones se presentan muy difíciles. Después de reunirse en Bukavu (Zaire) y Mombasa (Kenia), con el fin de adoptar una postura conjunta, los representantes de las tres guerrillas se encuentran con el Gobierno portugués en Alvor, en el Algarve, en enero de 1975. Firman el denominado Acuerdo de Alvor, que establece la formación de un gobierno de transición, la celebración de elecciones legislativas en octubre, la redacción de una constitución y la integración de los guerrilleros en un Ejército común.

Un acuerdo que nace muerto puesto que los tres movimientos no esconden su objetivo de ampliar el control del territorio y tomar la capital, Luanda, en donde se registran intensos combates. El conflicto se internacionaliza por la ofensiva de tropas sudafricanas al lado de la Unita y la llegada de soldados cubanos en apoyo del MPLA, en la denominada Operación Carlota. Controlada Luanda, el 11 de noviembre de 1975, el MPLA proclama la independencia de la República Popular de Angola, reconocida por la Organización de la Unidad Africana (OUA) y la mayoría de los países, excepto Estados Unidos. Derrotada, la Unita se repliega en el planalto cubano, establece su capital en Huambo y continúa la guerra, que deviene un “conflicto regional” de la confrontación, a través de terceros países, entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La guerra no termina hasta la muerte de Jonás Savimbi, el fundador de la Unita, en febrero de 2002.

Modelo de desarrollo socialista

Alcanzada la independencia, los movimientos anticoloniales ahora en el poder implantan un modelo que aboga por construir un estado socialista. Aunque hay diferencias entre los cinco países, en todos, el partido, sea el MPLA, el Frelimo, el PAIGC o el MLSTP, articula la sociedad, sin dejar espacio a la crítica ni a otras organizaciones sociales que no sean las que emanan del propio partido único.

En un clima de euforia, por haber acabado con el régimen colonial, las consignas revolucionarias se repiten hasta la saciedad. Hablan de “socialismo científico”, de “revolución”, de alianza “obrero campesina”, de acabar con el “apartheid”, de poner fin al “imperialismo” y de la llegada del “hombre nuevo”. No falta el culto de la personalidad, con retratos por doquier de sus dirigentes, de Agostinho Neto en Angola o del carismático Samora Machel en Mozambique. También se recuerdan, de forma omnipresente, a los “héroes” que se quedaron en el camino, como el propio Amílcar Cabral; Eduardo Mondlane, el fundador del Frelimo también asesinado, o Josina Machel, esposa de Samora Machel muerta por un cáncer.

Secuelas de años traumáticos

En economía, se privatizan los medios de producción, se colectiviza la tierra y se deja poco margen a la iniciativa privada. En poco tiempo, aparece el mercado negro, tanto de productos de primera necesidad como de divisas, ante una paridad artificial de la moneda nacional. En relaciones internacionales, se mantienen los lazos estrechos con la Unión Soviética aunque no se rompen con los países occidentales. El gobierno más cercano al bloque soviético es Angola, necesitado de la ayuda militar cubana para enfrentarse a las incursiones del régimen del apartheid y de la Unita.

Cincuenta años después, abandonado el modelo socialista, de partido único y control económico a finales de los 80, los tres países presentan las secuelas de unos años muy traumáticos, de una guerra interminable (Angola), de una guerra impuesta por Sudáfrica y ahora una rebelión de cariz islamista (Mozambique) y de una sucesión de golpes de Estado (Guinea Bissau). Por sus recursos en hidrocarburos, Angola emerge como potencia regional, superada la presidencia cleptómana de Eduardo dos Santos. En Mozambique, las élites político-empresariales afines al Frelimo se perpetúan en el poder e impiden el cambio a pesar de las protestas. En Santo Tomé, se supera la inestabilidad provocada por una intentona golpista en 2003. Cabo Verde es la excepción, un modelo de gobernanza, de mejora de los parámetros sociales y de respeto de la alternancia política.

Artículo redactado por Antoni Castel.

Imagen: © De Desconocido – Centro de Documentação 25 de Abril, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=111796077

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