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Comprendiendo las músicas africanas (última parte)

Comprendiendo las músicas africanas (última parte)
Imagen: Oumour Sangaré

Tania Adam

Periodista y productora cultural, especializada en diásporas y músicas africanas, fundadora de Radio África Magazine

La internacionalización llega a partir de Youtube y las plataformas digitales, propias de la era digital que se da a partir del siglo XXI, transmutando las culturas importadas en algo diferente; lo global se apropia de la experiencia local dando pie a diferentes culturas urbanas.

Internacionalizar

La internacionalización “democrática” de las músicas africanas tiene que ver con el hecho digital. Desde la grabación hasta la difusión, existe la posibilidad de conectar con nichos específicos sin tener que pasar por una industria, que por cierto está cada vez más fragmentada. Antes dependían absolutamente de un mercado al que pocos podían acceder, el azar era un factor primordial en la internacionalización. Entre las décadas de 1950 y 1970, era raro que la música viajara más allá del continente. En la mayoría de los países africanos, los estudios de grabación estaban técnicamente mal equipados y las compañías discográficas no disponían de un sistema para exportar discos, incluso a los países vecinos, y menos aún a los principales mercados occidentales. Hay excepciones como la de Miriam Makeba, que en 1956 tuvo un éxito estadounidense aislado con «Lovely Lies». Once años después, en el exilio en los Estados Unidos, entró en el Top 20 con «Pata Pata» y al año siguiente, el trompetista Hugh Masekela encabezó la lista con «Grazing In The Grass». En 1973, el saxofonista camerunés Manu Dibango llegó al Top 40 con “Soul Makossa”. En Gran Bretaña, la melodía “Tom Hark” fue un éxito entre los cinco primeros en 1958 para el grupo sudafricano de kivela (kwela) Elias and His Zigzag Jive Flutes, pero estas fueron novedades aisladas.

En cambio, el movimiento del worldmusic y el worldbeat comenzó a atraer la atención de la audiencia occidental sobre la música africana a mediados de la década de 1980 y había estilos distintos en la mayoría de las regiones de África. Los nuevos géneros, marcados por la idea de globalización, son creados a fin de integrar en un concepto amplio toda la música tradicional o folclórica, música popular, música étnica y otros géneros locales o característicos de algunas zonas o culturas del mundo. Ahora existe una crítica ferviente al worldmusic (soy la primera que la cuestiono) porque ¿realmente tiene sentido seguir utilizando la etiqueta worldmusic o “Músicas del mundo”? ¿Será que los que no se encasillan bajo esta denominación no son de este mundo?

En cualquier caso, a partir de los 80 los reproductores de casetes (y luego de cd portátiles) hicieron que la audiencia de la música popular africana se expandiera a los oyentes africanos y occidentales. Entonces, varios vocalistas lanzaron sus carreras internacionales después de separarse de las orquestas famosas de la década anterior, en particular Mory Kanté y Salif Keita (ambos de la Rail Band) o Youssou N’Dour (Star Band de Dakar). Por otro lado, el empeoramiento de las condiciones de vida en el continente hizo que muchos músicos se trasladaran a Europa en búsqueda de nuevas oportunidades (Ali Farka Touré, Sorry Bamba, Manu Dibango, Baaba Maal, etc.). Esto ayudó a solidificar el mercado de músicas del mundo con sellos de música como Lusafrica o World Circuit a la vanguardia.

La internacionalización llega a partir de Youtube y las plataformas digitales, propias de la era digital que se da a partir del siglo XXI, transmutando las culturas importadas en algo diferente; lo global se apropia de la experiencia local dando pie a diferentes culturas urbanas.

Última parte de este artículo de Tania Adam, periodista y productora cultural, especializada en diásporas y músicas africanas, fundadora de Radio África Magazine.

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