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Semilla Negra – Programa 53: Khaled, los orígenes de un mito

Semilla Negra – Programa 53: Khaled, los orígenes de un mito
«Ya-Rayi» fue su disco más popular en Estados Unidos, con medio millón de copias vendidas.
«Ya-Rayi» fue su disco más popular en Estados Unidos, con medio millón de copias vendidas.
Carlos-fuentes

Carlos Fuentes

Periodista especializado en músicas de África

Esta es la historia de un hombre que se crió en el barrio español de Orán. Que de niño escuchaba canciones populares españolas en la radio que cruzaba el mar, mientras su madre le traducía en casa las películas de Joselito. Ibrahim Khaled, que así se llama este argelino que ahora frisa los cincuenta, empezó a cantar en fiestas de bodas y bautizos en los vecindarios de arrabal. Famoso ya desde su juventud, con un desafiante uso de la libertad para cantar como arma de reclamación social, con veinticinco años fue invitado a cantar en París. Y no regresó. La gran voz masculina magrebí contemporánea, quizá la más popular entre los jóvenes de la cornisa mediterránea durante los duros años 90, erigió una leyenda a la altura de sus condiciones artísticas. Desde entonces Khaled dio la vuelta al mundo con su rai positivo y, a la postre, se convirtió en una de las escasas referencias comunes de los jóvenes magrebíes. Muy por encima de fronteras y pleitos políticos, Khaled reivindica el Gran Magreb de la cultura.

«Ya-Rayi» fue su disco más popular en Estados Unidos, con medio millón de copias vendidas.
«Ya-Rayi» fue su disco más popular en Estados Unidos, con medio millón de copias vendidas.

Casi tan admirado como el futbolista Zinedine Zidane, Khaled puso voz a los tiempos del combativo rai argelino como herramienta de reclamación social y, a riesgo de la vida, contra la aplicación de leyes derivadas de la influencia de la religión. Eran los días de cheb y chaba, los diminutivos cariñosos que se pone a chicos y chicas en Argelia. Y también de las ilusiones que se llevó el golpe de Estado militar de enero de 1991 y la posterior guerra civil argelina, que provocó cerca de cien mil muertos y desaparecidos en los diez años siguientes, además de un éxodo de urgencia hacia otros países africanos y, los más afortunados, a las ciudades costeras del sur de Francia. Precisamente fue el exilio de Khaled, que atendió los avisos sobre el riesgo de muerte por un atentado en Argelia, el factor que terminó por subrayar la importancia de este músico argelino en el mapamundi de las músicas étnicas. Mientras Argelia se desangraba en una guerra fratricida, cuando allí asesinaban a cantantes como Lounes Matoub y Cheb Hasni, en la metrópoli Khaled ganaba fama entre la diáspora emigrante en el arrabal francés. Piezas emblemáticas como Didi y Aicha popularizaron el nuevo rai como el primer vehículo de expresión de los jóvenes magrebíes.

En 1999 Khaled protagonizó la gran noche del rai en Francia durante el mítico concierto 1, 2, 3 soleils ofrecido por los tres tenores del rai, Rachid Taha, Faudel y él mismo, ante cien mil personas que abarrotaban el palacio de los deportes de París. Afianzada ya la proyección comercial de la música rai, con el bagaje de su trilogía esencial formada por los discos N’ssi N’ssi (1993), Sahra (1996) y Kenza (1999), su primer espada se decantó por discos de madurez como Elle ne peut pas vivre sans lui!, editado en el año 2000, y los trabajos posteriores El lil ou nour, Salem Maghreb y Ya Taleb, este último con algunas canciones rescatadas de sus comienzos juveniles en Argelia. Ya en 2004 Khaled publicó Ya-Rayi, su disco más popular en Estados Unidos con medio millón de copias vendidas. El álbum, bautizado con la expresión que da nombre al género (ya-rayi significa «mi opinión»), incluye dos adaptaciones históricas de El-H’mam, la canción de Mohammed el Arika, y H’mama, un original de Rabah Deriasa y Blaoui Houari. Liberté, publicado en 2009, fue el disco de regreso de Khaled a material de nuevo cuño con canciones de amor a la libertad como Sidi Rabbi y Zabana, tributo al primer líder independentista argelino que fue ejecutado por los colonialistas franceses en la ciudad de Orán. Al final del disco, Papa es un homenaje sentido a los recuerdos de su padre.

Nuestro recorrido por la música de Khaled arranca con sus grabaciones de los primeros tiempos en Orán y Argel. En canciones juveniles como Khoude Krak y, sobre todo, la emblemática Ray Ha Ray empezó a erigirse el prestigio popular del joven Cheb Khaled gracias a estos trabajos de rentabilidad máxima: teclados sencillos, instrumentos baratos y voz llamada a escenarios mayores que fiestas de bodas y bautizos. De esa época son las colaboraciones con la cantante Chaba Zahouania, otra joven artista argelina que fue forzada al exilio tras el asesinato de Cheb Hasni en septiembre de 1994, y con el bajista y teclista Safy Boutella. Con él grabó Khaled el esencial Kutche, que hasta el momento de su edición en 1988 no tenía antecedentes en la influencia del rai en el pop contemporáneo. El ecuador de Semilla Negra por la vida musical de Khaled rescata dos de sus escasas colaboraciones con el que quizá haya sido su alumno mejor dotado, el compatriota argelino Cheb Mami. Y para el final, antes de que suene el clásico Wahrane wahrane, lo más novedoso de su álbum C’est la vie (2012), que incluye piezas enfocadas a la pista de baile con el rapero Pitbull (Hiya hiya) y el joven conjunto Mazagan (Dima Labess).

Carlos Fuentes (@delocotidianocf) es el autor de Semilla Negra. Periodista y crítico musical, durante las últimas dos décadas ha publicado artículos, entrevistas y reportajes sobre las músicas africanas en periódicos nacionales y en revistas especializadas como Rockdelux o Serie B.

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