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Los feminismos africanos que construyen transformación social en las redes

Los feminismos africanos que construyen transformación social en las redes
Imagen: Women in African History: an E-Learning Tool; UNESCO en Wikimedia Commons
Carlos Bajo Erro

Carlos Bajo Erro

Periodista cofundador de Wiriko

El entorno digital ha favorecido la aparición de nuevos espacios que ayudan a compartir discursos contra la discriminación, debilitan los tabús, normalizan debates y refuerzan alianzas

El día 6 de febrero, la selección nacional de fútbol de Senegal cosió la primera estrella en su camiseta. Había ganado por primera vez la Copa de África de Naciones, y con el trofeo llegó la euforia y las celebraciones a las calles del país. En medio del entusiasmo, Aïssatou Sene, una activista feminista senegalesa basada en Estados Unidos, publicó un tuit incómodo dirigido a las chicas y a las mujeres senegalesas en el que decía: “¡Mujeres, cuidaos ahí afuera! Tratad de estar siempre en un grupo”. En los días siguientes, la misma Sene compartió algunos de los mensajes que había recibido de jóvenes que habían sido víctimas de abusos y agresiones sexuales durante los festejos de la victoria futbolística. Otras usuarias de las redes sociales denunciaron, igualmente, las violencias sufridas en esos momentos de supuesta alegría. Y, de nuevo, se abrió en el entorno digital un debate sobre la impunidad con la que algunos hombres agredían a mujeres en momentos en los que se suponía que ellos y ellas debían poder celebrar con seguridad. La protesta se vio, lamentablemente, validada por la noticia de la escalofriante violación en grupo de una menor, en plena fiesta.

La alerta inicial y la denuncia posterior de la violencia sexual dirigida a las mujeres durante las celebraciones de la victoria en la Copa de África en Senegal ilustran cómo el entorno digital está, claramente, reforzando la lucha feminista en África. Es evidente que las redes albergan una nueva amenaza y que, a veces, reproducen las violencias más viejas, que también se denuncian y combaten desde el activismo feminista digital. Pero más allá de estos obstáculos, el espacio de Internet está permitiendo a los colectivos de defensa de la igualdad y de los derechos de las mujeres desbordar algunas de las barreras que los espacios de poder, controlados mayoritariamente por los hombres, han impuesto. Las discusiones en los medios sociales, los debates profundos e, incluso, las conversaciones aparentemente intrascendentes están ayudando a debilitar tabús y a normalizar conversaciones sobre temas que se mantenían en el terreno de lo inapropiado a pesar de ser preocupaciones extendidas entre las mujeres. Estas plataformas son, además, una alternativa para irrumpir en el espacio público teniendo en cuenta la infrarrepresentación en los medios convencionales, una manera de sacudir algunas convenciones sociales e incluso de empujar cambios institucionales.  

Las campañas en las redes han jugado un papel fundamental en esta instrumentalización alternativa. Más allá de las iniciativas lanzadas por instituciones, por ejemplo, en torno al 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, durante los últimos años hemos visto campañas más o menos espontáneas que responden a la falta de confianza en los mecanismos formales, ya sea la policía o el sistema judicial. En determinados momentos se han sistematizado las denuncias públicas, con nombres y apellidos, de hombres acusados de agresiones sexuales, como ocurrió a finales de 2019 en Uganda, o se han desencadenado olas de solidaridad y de denuncia social como respuesta a hechos traumáticos, como pasó entre la comunidad tuitera sursudanesa en junio de 2020 o en Sudan en enero de 2021. Todas esas acciones destilan la percepción de que recurrir a los canales formales de denuncia no sirve de nada porque la policía y los jueces forman parte del mismo sistema que somete a las mujeres. El asalto de las redes, sin embargo, pretende desencadenar un cambio en la conciencia de la sociedad que provoque la transformación de esos sistemas.

Muchas son las activistas que han considerado que ese cambio en las conciencias solo es posible construyendo un discurso que hasta este momento no podía escucharse. Por ese motivo, el entorno digital está sirviendo también para amplificar las voces de esas opiniones de feministas de todo el continente a las que los medios convencionales rara vez han ofrecido espacios. Con esa lógica han surgido plataformas web que difunden informaciones y opiniones en clave feminista y que ayudan a reforzar la narrativa, pero también a legitimar los discursos ofreciendo diversidad de posturas. Un ejemplo, evidente, de esta dinámica de utilización del espacio digital es African Feminism, del que es editora la conocida periodista y activista feminista ugandesa Rosebell Kagumire, que ofrece, a menudo, contrapuntos a la actualidad, habitualmente incómodos, desde una perspectiva feminista que no está presente en los medios.

Las redes sociales ofrecen un enorme abanico de posibilidades para construir estos espacios de debate, de discusión o simplemente de visibilización para temas que se consideraban inapropiados para conversaciones abiertas y habían sido sepultados por un silencio intencionado. La creatividad y la iniciativa de las propias activistas abona ese terreno de las redes para dar lugar a escenarios insospechados. Es el caso de GenderTalk211 en Sudán del Sur, que empezó siendo un perfil de redes sociales que sacaba a la luz temas de conversación incómodos; pasó a ser un podcast y una emisión de radio en la que se habla desde la masturbación hasta el deporte femenino, pasando por la violencia sexual y la producción artística de las mujeres, y se ha completado con una web que ofrece contenidos diversos sobre las posiciones y las reivindicaciones del feminismo en Sudán del Sur y en todo el continente.

Por otro lado, el espacio digital es, incluso, un entorno para la organización, donde se han creado fuertes comunidades con intereses comunes, pero también organizaciones formales que navegan en la innegable realidad de la sociedad de la información. El nacimiento de Feminist Coalition refleja esta dinámica. Un grupo de mujeres nigerianas influyentes en distintos ámbitos, desde la cultura hasta los negocios, y muy presentes en el entorno digital se unieron en 2020 representando a una nueva generación de activistas feministas en el gigante africano. Su conexión se mostraba y se proyectaba fundamentalmente a través de sus perfiles de redes sociales, aunque también se materializaba en algunas actividades presenciales. El colectivo ha mostrado un impecable manejo de las herramientas digitales y una considerable capacidad para influir en situaciones de crisis, como las protestas de #EndSARS. Un intento similar de aprovechar estos canales para crear lazos, pero también para llegar a grupos sociales diversos, sobre todo jóvenes, y conseguir movilizarlos, aparece en la formación del colectivo mozambiqueño Aliadas em movimento. Este grupo desarrolla intervenciones presenciales, pero las desborda mediante su actividad digital. Y, finalmente, Nala Feminist Collective termina de simbolizar todo el potencial del entorno digital, ya que se trata de un colectivo panafricano cuyas heterogéneas integrantes refuerzan sus vínculos a través de las redes y transmiten su discursos y sus posiciones utilizando, especialmente, las plataformas sociales en las que han fraguado sus perfiles públicos como activistas.

Artículo redactado por Carlos Bajo Erro.

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