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Un cambio real en África a través de la cirugía plástica

Un cambio real en África a través de la cirugía plástica
Presentación del proyecto África Plástica en Casa África. Imagen: Joan Tusell Prats

África Plástica, un proyecto médico de cooperación internacional creado por el médico canario Javier Fernández Palacios, presentaba ayer su iniciativa en el auditorio de Casa África

El auditorio de Casa África rebosaba esta semana de asistentes expectantes que venían a conocer África Plástica, un proyecto médico de cooperación internacional con acento canario que tiene como objetivo ayudar, mejorar la vida de la gente, a través de la cirugía plástica. “Hace mucho tiempo que no recordaba una afluencia tan grande como la de hoy”, decía con emoción el director general de la Casa, José Segura, para luego dar paso al Doctor Javier Fernández Palacios, médico del Hospital Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canaria y creador de esta iniciativa.

África Plástica produce un cambio real: mejora la calidad de vida de aquellas personas que pasan por sus manos. Tratan sobre todo las secuelas que dejan las quemaduras, las malformaciones congénitas y los tumores. “En Occidente, el sitio más peligroso es la cocina, en África es el fuego. El fuego es el elemento central donde ellos viven”, explicaba Fernández Palacios. Y mostró imágenes para que la audiencia entendiese de lo que habla: brazos que se quedan pegados al cuerpo, barbillas que se quedan pegadas al cuello, niños que no pueden levantar el brazo porque las retracciones posquemadura se lo impiden.

“Tenemos que hacer intervenciones que si los cirujanos locales, si los hubiese, tuviesen que reproducir al próximo día, puedan hacerlas”, señalaba el fundador de África Plástica. El objetivo es hacer cirugías que se puedan imitar en el lugar en el que trabajan, nada “milagroso” o con equipos inasequibles para los países en los que operan. Ofrecer ayuda, sí, pero también ofrecer herramientas para cuando ellos no estén.

Llegar a la gente local

La manera de llevar a cabo las operaciones sigue siempre el mismo patrón, ya sea en Guinea Ecuatorial o en Mauritania, los dos países donde ahora mismo opera África Plástica. Van siempre durante el mismo periodo de tiempo (dos semanas) y en las mismas fechas cada año (segunda quincena de noviembre a Guinea Ecuatorial y segunda quincena de junio a Mauritania). “Así se crean vínculos, así nos conocen y podemos dejar material allí, incluso programar operaciones desde casa”.

Cada país tiene sus propias particularidades. África Plástica llega y la gente acude, hacen cola, esperan y el equipo ve a todos los posibles pacientes el primer día: “cuando los vemos, ya sabemos a quién se va a operar y a quién no”. Todo depende de la gravedad y la urgencia del caso. Como la organización va de forma periódica a cada país, y siempre en las mismas fechas, en ocasiones programan operaciones de un año para otro.

En Guinea Ecuatorial es más fácil difundir su labor para que la gente vaya a verlos: hay televisión, todo llega más rápido. En Mauritania, en cambio, su mayor aliado es el boca a boca, la gente que se para en la calle a darse el parte diario y que va haciendo llegar el mensaje de que ellos están allí, recibiendo a pacientes para operarlos si se considera necesario. 

Futuro proyecto en Senegal

En Kedougou, Senegal, hay un hospital perfectamente montado y preparado para recibir a pacientes, pero está cerrado por falta de personal cualificado que sepa utilizar sus instalaciones. Por eso, el tercer y último destino que África Plástica quiere añadir a su lista, si consiguen los permisos necesarios, es este.

Los trabajadores de la sanidad pública pueden pedir permisos especiales para realizar acciones humanitarias, aunque “lo máximo que podemos hacer son tres desplazamientos anuales”, explicaba el Dr. Fernández Palacios. Por ello, y no por falta de necesidad o voluntad, el equipo de África Plástica no puede abarcar más países. “Parece ser que el año que viene es muy factible que nos podamos escapar a Senegal”. Fernández Palacios terminaba así su exposición con una sonrisa y el rumor de aplausos que llenaba la sala.

Por Martina Andrés, periodista y estudiante en prácticas en Casa África.

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