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Viajamos a… Angola: Luanda, la ciudad más cara del mundo

Viajamos a… Angola: Luanda, la ciudad más cara del mundo
El arquitecto Vasco Vieira da Costa fue el autor del Laboratorio de Ingeniería de Angola
El arquitecto Vasco Vieira da Costa fue el autor del Laboratorio de Ingeniería de Angola
El arquitecto Vasco Vieira da Costa fue el autor del Laboratorio de Ingeniería de Angola
El arquitecto Vasco Vieira da Costa fue el autor del Laboratorio de Ingeniería de Angola

No es algo de lo que se pueda presumir. De hecho, es posible que a ninguno de sus habitantes le guste que sea así. Pero recientemente Luanda ha sido nombrada la ciudad más cara del mundo. Ni siquiera la de África, que ya habría sido doloroso, sino la del mundo, por encima de Tokio, Moscú o Nueva York. Parece una broma de mal gusto, pero es así.

Lo cierto es que quien ha hecho ese estudio es una consultora internacional que mide el coste de vida para un expatriado en las diferentes ciudades del planeta, permitiendo una comparación de bienes y servicios de la misma calidad. Los colegios, la cesta de la compra o la atención sanitaria son, entre otros, los factores que se consideran en este estudio, siempre pensando en que tengan una calidad occidental o equivalente a la que se obtendría en EE. UU. Y considerando eso, Luanda, la capital de Angola, uno de los mayores países africanos, ha sido encumbrada a la ciudad más cara del mundo.

No hay que ser un expatriado para darse cuenta de esto. Cualquiera que haya pisado sus calles, que se haya movido por ellas, que haya querido comer en un puesto callejero o comprar un refresco en un supermercado, se habrá percatado. No solo son caros los servicios de primera calidad, lo es el día a día. Cuando en muchos países africanos el transporte público urbano cuesta 20 céntimos de dólar, allí cuesta un dólar; si internet en otros países cuesta entre medio y un dólar, allí, tres. Comer en un restaurante local puede lograrse por un dólar en muchas ciudades africanas, pero allí es difícil hacerlo por menos de cinco. Al igual que dormir en un hotel popular y barato: en muchas capitales cuesta diez dólares; en Luanda, al menos ochenta. Así, tanto el visitante como el residente sufren el alto coste de la vida en esta ciudad.

La razón de todo esto, o al menos una de las causas de estos precios, la tiene el petróleo. Tras la tardía independencia de Portugal (en 1975) y después de décadas de guerra civil (1975-2002), la paz ha llegado a este país y las enormes reservas de petróleo y diamantes se están explotando con intensidad. En los últimos años, Angola ha sido el país africano con mayor crecimiento, cosa que repercute en los precios.

En las ciudades, hay hombres que hacen la manicura y la pedicura en la calle, tanto a hombres como a mujeres, por un módico precio.
En las ciudades, hay hombres que hacen la manicura y la pedicura en la calle por un módico precio.

Luanda es, además, una ciudad de contrastes radicales. Conviven en el mismo espacio y tiempo lujosísimos centros residenciales, con musseques miserables, sin acceso a los más mínimos servicios. La ciudad, planeada para medio millón de personas, está por encima de los cinco, la mayoría de los cuales malvive en condiciones infrahumanas. Olores fétidos invaden la ciudad, carente de suficiente alcantarillado. Los apagones son constantes y el agua corriente aún es un lujo para una minoría. Y los atascos causados por la ausencia de planificación pueden durar horas. La urbe ha crecido demasiado rápido, sin tiempo para reaccionar. Durante la guerra civil cientos de miles de refugiados escaparon y vinieron a ella buscando cobijo. Pero no solo creció entonces: las grandes oportunidades producidas por la explotación petrolífera tras el conflicto han animado a más emigrantes a intentar ganarse la vida en esta ciudad, una de las menos afectadas durante la guerra.

Sin embargo, y en comparación con otras grandes ciudades africanas, recorrer el centro de Luanda a pie es posible y bastante seguro durante el día. El Marginal (en realidad llamada Avenida 4 de fevereiro), que recorre toda la bahía, es la principal avenida de la ciudad. En ella se encuentran edificios imponentes como el Banco Nacional. Muy cerca, en Rua Major Kanyangulo está el Palacio de Ferro, diseñado por Eiffel. Justo detrás, la iglesia de Nossa Senhora de Nazaré  (1664) y la de Nossa Senhora dos Remedios (1655) son los dos edificios religiosos más antiguos. Y frente al Marginal se encuentra una larguísima lengua de arena, llena de restaurantes y bares situados en la playa, y con precios prohibitivos. Allí es donde se palpa el tren de vida de los más acomodados, los únicos capaces de permitirse el ocio a un coste muy superior al europeo.

De vuelta en tierra firme, vale la pena subir a la Fortaleza de Sao Miguel (1634), construida por los portugueses. Hoy es el edificio más antiguo de la ciudad, construido apenas unos años después de la fundación de Luanda por parte de Paulo Dias de Novais en 1576. En él se encuentra el Museo central de las fuerzas armadas, interesante por las preciosas vistas de la ciudad que se extienden a sus pies. Hay otros museos que vale más la pena visitar, como el Museo de antropología, con muestras de máscaras, instrumentos y objetos de las diferentes etnias que viven en el país, y el Museo de historia natural. Y como broche final a la visita, faltaría acercarse al Mausoleo de Agostinho Neto, el que fuera el primer presidente del país. El monumento es una estructura afilada y delgada que destaca claramente en el horizonte de la ciudad e ilustra otra situación bastante común en muchas ciudades africanas en crecimiento acelerado: mientras la ciudad carece de casi todo tipo de servicios públicos, el monumento ha costado millones de dólares. Una muestra del despilfarro y de la poca responsabilidad de los gobernantes hacia quienes los han elegido democráticamente. Algo de lo que los luandeses, seguramente, no estén demasiado orgullosos. Bastantes preocupaciones tienen con llegar a fin de mes en esa ciudad, la más cara del mundo.

Itziar Martínez-Pantoja es psicóloga. Pablo Strubell es economista, ha sido gerente de la Librería De Viaje y es miembro de la Sociedad Geográfica Española. Es autor del libro Te odio, Marco Polo. Ambos recorrieron África en transporte público, durante un año, desde Sudáfrica hasta Marruecos por la costa atlántica, visitando 14 países en el camino. El relato de su viaje se puede encontrar en www.africadecaboarabo.es. Recientemente han publicado el libro Cómo preparar un gran viaje.

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