La historia vital de Rose Dieng-Kuntz es la de una mujer determinada a superar, mediante el esfuerzo, todas las barreras que encuentra. En el perfil publicado por el diario parisino Le Monde, en el 2006, titulado “Rose Dieng, un cerebro sin fronteras”, se reproduce su admiración por su padre, Henri Dieng, al que le dedica el premio Irène Joliot-Curie, concedido por el Gobierno francés a la “mejor científica del año” 2005. “Venía de una familia muy pobre”, subraya Dieng-Kuntz. Un padre “severo”, que le transmite unos valores que hace suyos: trabajo, honestidad, tolerancia y lealtad.
Nacida en Dakar en 1956, Rose ya deslumbra por su inteligencia desde pequeña, cuando asiste al prestigioso liceo Van Vollenhoven, que lleva el nombre de quien fuera gobernador francés de Senegal a principios del siglo XX Joost van Vollenhoven. Destaca tanto que consigue en 1972 el primer premio en el concurso general, al que acuden los escolares senegaleses, de matemáticas, latín y francés, y el segundo en griego.
Primera africana en la Escuela Politécnica de París
Gracias a su excelente currículo, consigue ingresar en la Escuela Politécnica de París, la primera mujer africana en pasar por las aulas de dicha prestigiosa institución. Interesada por la informática, complementa su formación en la Escuela Nacional Superior de Telecomunicaciones y en la Universidad París Sur, donde defiende su tesis de doctorado. Al terminar la universidad, entra a trabajar en la empresa Digital Equipment Corporation (DEC), en el departamento dedicado a investigar acerca de la inteligencia artificial. Conoce a Pierre Haren, formado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), quien la convence en 1985 de integrarse en el grupo que crea en el Instituto Nacional de Investigación en Informática y en Automática (INRIA), denominado SMECI.
En una entrevista realizada por Anne Lefèvre-Balleydier, publicada en Interstices, Dieng-Kuntz asegura que trabajar en el desarrollo de la inteligencia artificial fue el motivo por el que entró en DEC. “Que una máquina pudiese razonar como un hombre, que fuese capaz de aprender, de comprender la lengua natural, esto me fascinaba porque era un verdadero desafío”, subraya. Posteriormente, cuando su mentor Haren deja el INRIA para crear una start up, ILOG, en 1988, Dieng-Kuntz sigue con el grupo SMECI, que bajo la dirección de Bertrand Neveu se transforma. Interesada, como reconoce en la entrevista, en los sistemas de adquisición de datos, fundamentales en el avance de la informática, pasa a encabezar en 1992 el proyecto ACACIA (Acquisition des Connaissances pour l’Assistance à la Conception par Interaction entre Agents). Es la segunda mujer en dirigir un grupo de investigación en el INRIA.
En el INRIA de Sophia Antipolis, cerca de Niza, Dienz-Kuntz y su equipo investigan acerca de la denominada web semántica. “Intentamos automatizar, al menos parcialmente, la construcción y el enriquecimiento de las ontologías o las anotaciones semánticas, a partir de las fuentes textuales o a partir de las bases de datos”, explica en la entrevista.
“Excepcional científica”
Unos trabajos, de indudable relevancia en el desarrollo de la informática, como lo confirman tanto el premio Irène Joliot-Curie, otorgado en 2005, como la Legión de Honor en su categoría de Caballero, entregado un año más tarde, la más alta condecoración a la que puede aspirar un ciudadano en Francia. A su muerte, cuando todavía tiene una vida por delante, la ministra francesa de Educación Superior e Investigación, Valérie Pécresse, destaca sus valores humanos y su integridad. “Francia y la ciencia han perdido una excepcional científica, dotada de un inmenso talento y de una mente visionaria”, enfatiza la ministra.
Casi veinte años después de su muerte, la figura de Rose Dieng-Kuntz es recordada como una científica brillante, que contribuyó de forma crucial al desarrollo de la entonces embrionaria inteligencia artificial. Una mujer que desarrolla su carrera en Francia, pero que no deja de mirar a su África natal. “Mi generación, que no ha conocido la colonización, debe tener memoria. Es algo esencial en la vida de una nación y la vida de un hombre. Lo que hiere, lo que destruye, es la ausencia de memoria”, le confiesa a Pierre Le Hir, quien lo transcribe en su perfil publicado en Le Monde.
Exposición Mujeres en la Ciencia. Voces de Cambio

Es oportuno mencionar a Dieng-Kuntz en un momento en que Casa África, con el apoyo de la Fundación Anesvad, aloja la exposición Mujeres en la Ciencia. Voces de Cambio, que muestra mediante ilustraciones de Susanna Martín la trayectoria de ocho científicas africanas dedicadas al combate a las enfermedades tropicales. Dichas científicas son: Rose Gana Fomban Leke, Sarah Irène Eyangoh, Nana Konama Kotey, Dorothy Yeboah-Manu, Lydia Mosi, Gloria Dada Chechet, Amélie Wamba y Stephanie Mvodo.
Las ocho científicas de la exposición y Rose Dieng-Kuntz son ejemplos del empuje de la mujer africana, dispuesta a acortar la brecha de género en las disciplinas que se engloban en el denominado STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas). Según datos de la Unesco, el 28 % de los investigadores a nivel mundial son mujeres. En África, el 30 % de los profesionales de ciencias son mujeres, un porcentaje que en África Occidental y Central baja al 15 %.
Todavía queda mucho camino por recorrer con el fin de llegar a los 23 millones más de graduados en disciplinas STEM que necesita África en el año 2030, según la propia Unesco.
Artículo de Antoni Castel.
Imagen de portada: © Enam Bosokah – Original artwork by Enam Bosokah, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=115656126