Oro contra petróleo: cómo la guerra comercial dibuja dos situaciones opuestas para las economías de África

El oro como refugio y el petróleo en crisis: las dos caras de África en la guerra comercial. Imagen Adobe Stck, Phetsavun
El oro como refugio y el petróleo en crisis: las dos caras de África en la guerra comercial. Imagen Adobe Stck, Phetsavun

Jaume Portell

Periodista

Al ritmo que consumimos las noticias, parece que hayan pasado años desde el anuncio que puso patas arriba la economía global: el Liberation Day, el 3 de abril de 2025, en el que Donald Trump anunció aranceles contra todos los países. Seis meses después, prácticamente ninguno de los aranceles existe tal y como Trump los mostró en el panel. Algunos pocos han subido, otros han bajado después de arduas negociaciones. Y el duelo con China sigue vigente, yendo de prórroga en prórroga tras negociaciones en las que se concluye que habrá que hacer más negociaciones. El mundo sigue en vilo, y los anuncios desde la Casa Blanca se han convertido en el motor de la bolsa. Basta un solo tuit con un tono severo contra Pekín para que las bolsas de Europa y Estados Unidos tengan sesiones donde pierden las subidas de semanas en un solo día. Luego, un tuit en la dirección contraria las eleva de nuevo.

El comercio mundial continua, pese al redoble de tambores arancelario de fondo: Estados Unidos sigue teniendo un déficit comercial con el resto del mundo similar al de los años anteriores; China sigue ampliando su superávit comercial, aunque haya vendido menos mercancías en el mercado estadounidens. ¿Y África? La guerra comercial abre oportunidades para un continente que ahora mismo ha quedado dividido en dos grandes grupos: los exportadores de petróleo y los exportadores de oro. Una veintena de países del continente tienen el petróleo o el oro como principal exportación. Ambos grupos fían su suerte a los precios del mercado global, pero solamente el segundo grupo sonríe ahora mismo.

El oro como refugio y como oportunidad

Milton Friedman fue, probablemente, uno de los economistas más influyentes del siglo XX. En una de sus lecciones más populares, Friedman explicó como los precios son realmente los directores de orquesta de la economía global. Enumerando todas las materias primas necesarias para hacer un lápiz, Friedman explicó como los precios hacían cooperar a personas de todo el mundo para producir –por separado y quizá sin ser conscientes de ello- la madera, el acero o el caucho con el que se hacían las partes del lápiz. Esa cooperación existía aunque no hablaran el mismo idioma o incluso se odiaran entre ellas. Más allá del poder de ningún político o burócrata, era “la magia del sistema de precios” la que les había juntado para “cooperar para hacer un lápiz que puedes obtener por una cantidad irrisoria”. Su conclusión era diáfana: dejar operar al libre mercado y su eficiencia eran la única vía para conseguir la armonía y la paz entre los pueblos del mundo. Durante muchos años, las teorías de Friedman eran promovidas desde Washington. Hoy, la inestabilidad global por una guerra comercial iniciada Washington ha disparado los precios del oro, activo refugio, y este aumento afecta a millones de personas en todo el mundo, incluidos muchos africanos.

Pocas cosas unen a Donald Trump con Ibrahim Traoré, el presidente interino de Burkina Faso desde 2022, de ideología panafricanista y anticolonialista. Sin embargo, los anuncios del primero han beneficiado a la maltrecha economía burkinesa. Este país del Sahel hace frente desde hace años a una insurgencia islamista en una parte de su territorio. Sin el control total de este, las cosechas de algodón se han reducido y algunas minas de oro no pueden operar con normalidad. Desde el anuncio de Trump, el precio del oro en el mercado global ha aumentado de unos 3000 dólares por onza hasta superar los 4000 dólares por onza a finales de octubre.

Burkina Faso vende menos cantidad de oro pero gana mucho más, y con ello mantiene la estabilidad financiera de una economía acuciada por las sanciones de sus vecinos regionales. El oro se ha convertido en un salvavidas, y Traoré ya ha anunciado un nuevo código minero que permite que el estado tenga un porcentaje superior en las minas de oro: con ello, Burkina pasaría de tener un 10% de los proyectos a tener un 15% en los nuevos proyectos que se firmen a partir de ahora. Assimi Goita, en Mali, mantiene una batalla con Barrick Gold y otras empresas occidentales desde que les pidió el pago de impuestos pendientes.

Más allá de la Alianza de Estados del Sahel, Senegal o Ghana intentan captar más dinero del oro, en este caso luchando contra el contrabando desde las minas artesanales. Estas sirven como medio de vida para miles de jóvenes desempleados, pero este oro suele salir sin ser declarado hacia países vecinos. Es un problema que va más allá de África occidental. El oro luego sale del continente, entrando en el circuito global y dejando pocos beneficios a los gobiernos africanos: según Swissaid, el continente perdió 31 000 millones de dólares en 2022 por estas prácticas. Tapar la fuga de capitales y conseguir más participación en los proyectos mineros son las dos puertas que se abren para los países productores de oro del continente: los precios máximos les abren una ventana de oportunidad en un momento delicado a nivel global. Una advertencia resuena en el horizonte: cualquier caída de precios cerraría esta ventana de golpe.

El penúltimo baile del petróleo

Con el precio del barril por debajo de los 70 dólares, muchos países africanos productores de petróleo necesitan precios más altos. Las economías de Angola, Nigeria, Chad, Guinea Ecuatorial o Gabón dependen en buena parte de ese precio: si el petróleo sube, su PIB y el pastel a repartir aumenta; si el petróleo baja, sucede lo contrario. En tres casos (Nigeria, Angola, Guinea Ecuatorial) la economía de estos países es más pequeña de lo que era en 2014, cuando el precio del petróleo rondaba los 100 dólares y producían más barriles cada día de lo que producen hoy. Con más población que hace diez años y con menos pastel a repartir, la continuidad de los precios bajos es la peor noticia para este grupo de países –y una bendición para los consumidores del resto del continente, dependientes de las importaciones de gasolina para hacer funcionar sus economías.

La International Energy Agency apunta a una sobreoferta de petróleo para 2026: habrá más petróleo que consumidores, con lo que los precios se mantendrán bajos. Una posible recesión por la guerra comercial, la reducción del consumo o una fractura geopolítica entre Pekín y Washington se traducirían también en precios del petróleo más bajos. Solamente una gran disrupción en uno de los grandes productores –Estados Unidos, Arabia Saudí, Rusia- haría aumentar sustancialmente los precios del barril. Los productores de petróleo necesitan diversificar sus economías, algo que no han hecho durante décadas. Si los productores de oro tienen una ventana de oportunidad, los países productores de petróleo afrontan el reto de la diversificación como una contrarreloj.

Las oportunidades para todos están a la vuelta de la esquina, tal y como indica Bloomberg en una nota reciente: la guerra comercial ha contribuido a poner a algunos países del continente en primer plano. Empresas de países como la India, ante la dura negociación con Trump, quieren aprovechar los bajos aranceles que Washington ha puesto a la mayoría de países africanos (entre el 10% y el 30%) para instalar plantas textiles. Otros se fijan en el potencial mineral de África para la transición energética: “Ya sea con los minerales críticos, la energía renovable o la seguridad alimentaria, el continente ya no es un actor periférico. Se está convirtiendo en el centro de la siguiente fase de la globalización”, apunta Bloomberg. Ante el enésimo plan para África desde el exterior, la pregunta es otra: ¿qué plan tiene África para África?

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