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África en defensa del medio ambiente

África en defensa del medio ambiente
No debemos olvidar que los primeros ecologistas son las poblaciones de los mal llamados poblados 'primitivos'. Imagen de los guerreros Somba de Togo realizada por Antonio Aragon
No debemos olvidar que los primeros ecologistas son las poblaciones de los mal llamados poblados 'primitivos'. Imagen de los guerreros Somba de Togo realizada por Antonio Aragon
Antoni Castel Tremosa

Antoni Castel

Doctor en Ciencias de la Comunicación, miembro de GESA
No debemos olvidar que los primeros ecologistas son las poblaciones de los mal llamados poblados 'primitivos'. Imagen de los guerreros Somba de Togo realizada por Antonio Aragon
No debemos olvidar que los primeros ecologistas son las poblaciones de los mal llamados poblados 'primitivos'. Imagen de los guerreros Somba de Togo realizada por Antonio Aragon

Por Antoni Castel. Las iniciativas africanas para frenar el avance del desierto, desarrollar una agricultura más sostenible y mitigar el calentamiento global se extienden por todo el continente, con resultados prometedores. Entre los pioneros de la toma de conciencia ecológica, destacan, por su proyección externa, Wangari Muta Maathai, Ken Saro Wiwa y Haïdar El Ali. Maathai fue la primera mujer africana en obtener el premio Nobel de la Paz, en el año 2004. Cuando en Europa comienzan a surgir las organizaciones de defensa del medio ambiente, Maathai, keniana, funda en 1977 el Green Belt Movement, que como su nombre indica propone la formación de un cinturón verde en las ciudades, un proyecto asumido en gran parte por mujeres. Bióloga, académica y feminista, Maathai fue siempre incómoda para el poder, sobre todo para el presidente Daniel Arap Moi.

Conocido en el exterior infelizmente por ser ejecutado por la dictadura nigeriana del general Sani Abacha en 1995, Ken Saro Wiwa representa la contestación del pueblo ogoni, en el Delta del Níger, ante la marginación y el daño medioambiental causado por las compañías de petróleo. Escritor brillante, Saro Wiwa deviene la cabeza visible de un movimiento de defensa del ecosistema y reivindicación cultural de una región abandonada por los gobiernos militares a pesar de producir gran parte del petróleo nigeriano.

Haïdar el Ali, senegalés de ascendencia libanesa, es el alma mater en Senegal del proyecto Gran Muralla Verde, lanzado por la Unión Africana en el 2007 para combatir la desertificación en el Sahel. Deben ser restauradas 166 millones de hectáreas, en una franja de 15 kilómetros, que va desde Senegal a Yibuti, pasando por 11 países. En el área de intervención, como recuerda el documento del proyecto, de 780 millones de hectáreas de superficie, viven 232 millones de personas. En Senegal, El Alí se encarga de acelerar una iniciativa que avanza con lentitud puesto que tan solo se han reforestado 12.000 hectáreas de las 850.000 comprometidas. Ecologista respetado tanto en África como en Occidente, El Ali ha impulsado numerosos proyectos, entre los que destacan la recuperación de los manglares en la Casamance, el combate de la sobreexplotación pesquera y la promoción del turismo ecológico.

En la lucha contra el avance del desierto, Jacouba Sawadogo, un agricultor de Burkina Faso, ha obtenido importantes éxitos mediante la recuperación de una técnica tradicional denominada zaï. Consiste en el relleno con estiércol de unos agujeros cavados en la tierra; el estiércol sirve de nutriente de las plantas y atrae a las termitas, que construyen unos túneles que retienen el agua y airean el suelo. Otro agricultor, Tichafa Makovere, de Zimbabue, ha extendido la permacultura en África. El objetivo de la permacultura, la “cultura permanente”, es restablecer el ecosistema natural, mediante el uso de las técnicas ancestrales, sostenibles, que respeten a la biodiversidad y al ser humano.

África tiene su Greta Thunberg. Se llama Vanessa Nakate, ugandesa, y tiene unos años más que la activista sueca, 23 años. Durante meses permaneció a las puertas del Parlamento de Uganda, en Kampala, para reclamar la atención, nacional e internacional, ante la hecatombe que puede producir el cambio climático si no se toman medidas. Oradora en reuniones internacionales, como la cumbre COP 25 de Madrid, de diciembre del 2019, fue eliminada de una foto de la agencia Associated Press en la que aparecía junto a otras cuatro ecologistas blancas que acudieron a la reunión de Davos (Suiza), el pasado enero. En la foto distribuida a los suscriptores, aparecían las cuatro blancas, pero no ella. La agencia lo atribuyó al encuadre, y no al racismo.

Entre las africanas que denuncian los efectos del cambio climático, en organizaciones nacionales e internacionales, destacan también la ruandesa Rose Mukankomeje, la gambiana Fatima Denton y la keniata Phillys Omido. Voces que se unen a las del nigeriano Nnimmo Bassey y del maliense Seyni Nafo.

No olvidemos, sin embargo, que los primeros ecologistas africanos son los mal llamados pueblos primitivos, que toman de la tierra solamente lo que necesitan, y viven en armonía con el entorno. Los san, de Botsuana y Suráfrica, son un buen ejemplo, pero no el único en un continente diverso en ecosistemas y en culturas.

Antoni Castel, doctor en Ciencias de la Comunicación y Licenciado en Historia. Grup d’Estudis de les Societats Africanes (GESA), de la Universitat de Barcelona.

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