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La historia de África se ha escrito sobre la base de prejuicios

La historia de África se ha escrito sobre la base de prejuicios
Reflexionar sobre África dentro de la evolución del mundo es el mejor modo de concebir África. El devenir del mundo no se planteará sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. En resumen, África solo puede comprenderse si se reflexiona y se analiza dentro del devenir de nuestro mundo. Imagen: Página web de Halcón Viajes
Reflexionar sobre África dentro de la evolución del mundo es el mejor modo de concebir África. El devenir del mundo no se planteará sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. En resumen, África solo puede comprenderse si se reflexiona y se analiza dentro del devenir de nuestro mundo. Imagen: Página web de Halcón Viajes

Souleymane Bachir Diagne

Universidad de Columbia en Nueva York
Reflexionar sobre África dentro de la evolución del mundo es el mejor modo de concebir África. El devenir del mundo no se planteará sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. En resumen, África solo puede comprenderse si se reflexiona y se analiza dentro del devenir de nuestro mundo. Imagen: Página web de Halcón Viajes
Reflexionar sobre África dentro de la evolución del mundo es el mejor modo de concebir África. El devenir del mundo no se planteará sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. En resumen, África solo puede comprenderse si se reflexiona y se analiza dentro del devenir de nuestro mundo. Imagen: Página web de Halcón Viajes

«Durante mucho tiempo, se ha considerado a África como un continente sin historia», recuerda el filósofo Souleymane Bachir Diagne, profesor de francés en el Instituto de Estudios Africanos de la Universidad de Columbia. Sin embargo, es imposible reflexionar sobre la trayectoria del mundo sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. Entrevista extraída del Atlas des Afriques, un número especial de La Vie y Le Monde.

Con respecto a la Historia antigua, ¿diría usted que existe una o varias Áfricas?
Una duración de varios milenios revela una extrema diversidad tanto en las temporalidades como en los espacios y lleva a considerar que hay, efectivamente, varias Áfricas. Pero no hay que perder de vista la dimensión continental de esta larga cronología. La historia de África ha sido, con demasiada frecuencia, fragmentada y escrita sobre la base de muchos prejuicios, esencialmente europeos. Por ejemplo, se consideraba que la civilización egipcia era demasiado brillante como para pertenecer al continente africano, y por eso la separaron. Esta vivisección de la historia africana dividió también al continente en dos: África subsahariana y África del Norte, o, en términos raciales, «África negra» y «África blanca».

¿Está ligada la tradición principalmente oral de las sociedades africanas a un menor conocimiento de su historia antigua?
En historia, cada tipo de fuente plantea sus propios problemas y desafíos. Para el continente africano, la tradición oral es esencial. Es la memoria humana, la de los relatos y testimonios. Reconstituir los principios sobre los que se basa el imperio de Mali en África Occidental requiere, por ejemplo, confrontar varios relatos de griots. En este enfoque del «cálculo de testimonios» se evalúan, sopesan y cotejan las declaraciones recogidas y, para medir su credibilidad, se contrastan con fuentes arqueológicas y de antropología lingüística. Porque cada lengua es un archivo. Cada lengua es portadora de una historia. Gracias a esas diferentes fuentes, los historiadores africanos y los africanistas acceden a una visión cada vez más precisa de la historia del continente.

¿Ha contribuido el carácter perecedero de ciertas arquitecturas a la «disolución» de las trazas?
Por definición, los materiales perecederos constituyen trazas más difíciles de hallar que las construcciones de piedra, como por ejemplo las ruinas de Gran Zimbabue. La mayor parte de las sociedades africanas han utilizado materiales como el banco (tierra cruda) que correspondían a su cosmología y a su filosofía de vida. Porque no se trataba de construir un edificio que resistiera el paso del tiempo, sino construir, con lo viviente, una obra que debía ser siempre replanteada. Con la islamización de África Occidental a partir del siglo XI, las mezquitas de materiales perecederos se multiplicaron. La gran mezquita de Djenné, en Mali, sufrió degradaciones y tuvo que ser reconstruida en repetidas ocasiones. Las vigas visibles en las fachadas del edificio mantienen los medios para escalar y efectuar revoques periódicos.

El período de los grandes imperios africanos fue estudiado de forma tardía. ¿Cómo explica usted ese retraso?
La historia escrita de África es una disciplina joven por razones evidentes de temporalidad. La que cuentan los griots, aquella de las crónicas del mundo árabe o incluso la de los siglos XV y XVI es obviamente antigua, pero los primeros libros sobre la historia de estas regiones están marcados por la colonización y eran precisamente su justificación: Europa aportaba a África «la» y «su» civilización. Pero, para aportar una civilización a una región, es mejor declarar que la región no está civilizada. Durante mucho tiempo, África fue considerada como un continente sin historia. Se dejó su estudio en manos de los únicos etnólogos especialistas de los pueblos primitivos. Por eso se retrasó la escritura moderna de la historia de África (conocimientos, excavaciones arqueológicas, etc.).

Se desconoce que, en la Edad Media, África fue uno de los motores del comercio intercontinental, especialmente de oro…
Sí, el continente ha desempeñado durante mucho tiempo un papel primordial en los intercambios comerciales. Por lo que respecta al oro, por ejemplo, uno de los acontecimientos más notables de la historia africana es el peregrinaje a La Meca de Mansa Moussa, soberano del imperio de Mali (cuya riqueza se basaba en el oro), en el año 1324. ¡Llevó consigo tal cantidad de oro que el precio del metal en Egipto se hundió!

Algunos consideran que la historia africana debería pensarse, estudiarse y contarse «aparte». ¿Por qué, según usted?
Se trata de una traducción de lo que yo llamo la preeminencia de una mirada europea sobre el continente. África ha sido construida desde el exterior como un mundo aparte, un mundo de lo extraño. ¿Por qué, por ejemplo, estudiar la historia de Mali aparte aun cuando estaba totalmente conectado al sistema-mundo que supuso el islam? La ciudad de Tombuctú, capital intelectual del imperio de Mali y más tarde del imperio songhai, realizaba intercambios con África del Norte hasta Andalucía y hacia el este hasta China. Bajo la mirada de los europeos, se convirtió en legendaria. Incluso se enseñará a los jóvenes alumnos europeos que Tombuctú fue descubierta en el siglo XIX por René Caillié. Es simplemente absurdo.

El mapa religioso de África también da testimonio de su historia. ¿Cuál es la influencia de las religiones en el África precolonial?
Todas las religiones africanas son, ante todo, cosmologías. Dado que están inscritas en el territorio y que su denominador común es el lugar y el papel fundamental de los ancestros fundadores, no había lugar para crear guerras religiosas. No tiene sentido convertir al otro a sus propios ancestros, como lo señaló el escritor nigeriano Wole Soyinka. Esas religiones locales nutren las artes africanas que han contribuido al desarrollo de las artes en todo el mundo. Por su parte, las religiones abrahámicas han configurado también el continente. El cristianismo no llegó con el colonialismo, ya que Etiopía es uno de los reinos cristianos más antiguos. El islam, por su parte, introdujo en África la lengua y la escritura árabe y una tradición de erudición escrita de la que son muestra Tombuctú en Mali, Koki en Senegal, Chinguetti en Mauritania y otros centros intelectuales del mundo swahili.

África pone de manifiesto una extrema diversidad de lenguas, pueblos, estructuras familiares, de clanes, sociales, etc. ¿Cómo lo explica usted?
En el fondo, en África no solo comenzó la vida humana, sino que todo ocurre como si en el continente hubiera un formidable foco de continua creación de la diversidad de lo viviente, que yo defino como impulso vital en África. Esto se traduce en una gran diversidad genética, vegetal y humana, que sin duda dimana de la particular geografía del continente. La multiplicidad de pueblos y lenguas pone de manifiesto esta misma vitalidad.

«No hay lugar en el mundo donde la historia no contenga, de algún modo, una dimensión africana, del mismo modo que solo se concibe la historia africana como parte integrante de la historia del mundo». ¿Qué piensa usted de esta frase del filósofo camerunés Achille Mbembe?
Si se quiere comprender la evolución del mundo sin la visión ideológica creada por lo colonial presente en la enseñanza de la historia, conviene dotarse de una cronología global. De este modo, cuando se habla de África como cuna de la humanidad, no se trata de evocar un simple origen tras el cual la historia sucedió en otro lugar, sino comprender el continuo movimiento que han producido las diferentes fases de la humanidad. Dicho de otro modo, reflexionar sobre África dentro de la evolución del mundo es el mejor modo de concebir África. El devenir del mundo no se planteará sin el papel que ha desempeñado y sigue desempeñando África. En resumen, África solo puede comprenderse si se reflexiona y se analiza dentro del devenir de nuestro mundo.

 

El filósofo Souleymane Bachir Diagne es un referente en las tradiciones de pensamiento africanas, europeas y del mundo islámico, así como del pensamiento postcolonial. Es profesor en los departamentos de Filosofía y de Francés en la Universidad de Columbia (Nueva York) y es una de las voces más destacadas de la filosofía contemporánea africana y del pensamiento postcolonial. En su trayectoria académica, ha sido profesor de filosofía en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar y en la Northwestern University de Estados Unidos. Ha trabajado en un amplio espectro de temáticas, que abarcan desde la historia de la ciencia, la historia de la filosofía y la filosofía islámica hasta la filosofía y la literatura africanas. Es autor de numerosos libros, entre los que destacamos Bergson postcolonial. L’élan vital dans la pensée de Senghor et de Mohamed Iqbal, que fue galardonado con el premio Dagnan- Bouveret, otorgado por la French Academy of Moral and Political Sciences en 2011, el mismo año en que recibió el premio Edouard Glissant por su carrera. Entre sus últimas publicaciones encontramos L’encre des savants. Réflexions sur la philosophie en Afrique (2013), Ma vie en islam (2016) y En quête de Afrique(s): universalisme et pensée décoloniale (2018, con J.L. Amselle).

Artículo traducido con la colaboración de Inmaculada Ortíz.

Puede leer el artículo en francés aquí.

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