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Yelemani, la asociación que convierte tierras desérticas en cultivos orgánicos

Yelemani, la asociación que convierte tierras desérticas en cultivos orgánicos
Imagen: Web Asociación Yelemani
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Ana López García

Periodista freelance

En Burkina Faso, según un estudio de 2020 del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, más de medio millón de niños sufrieron malnutrición aguda. En un país donde alrededor del 80 % de la población vive de la agricultura, estas cifras muestran que el sistema alimentario y el agrícola no funcionan correctamente

La hermana del antiguo presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara, contribuye con su asociación agrícola a desarrollar el sueño de su hermano: la soberanía alimentaria en un país donde predominan las tierras áridas.

A unos 30 kilómetros de la capital de Burkina Faso, entre zonas secas, donde apenas crecen algunos arbustos de espinas, se encuentra Yelemani, la asociación pionera de la agricultura biológica en Burkina Faso. Al llegar a los terrenos de la asociación, vemos que el paisaje cambia. Las tierras ya no son desérticas, son verdes, y las legumbres y pequeños árboles y arbustos abundan. Un cambio radical que nos muestra, nada más llegar, el gran trabajo que esta asociación está haciendo.

Yelemani, que significa «cambio» en la lengua local dioula, consiguió transformar tierras áridas, donde ningún arbusto conseguía crecer, en tierras arables, donde se cultivan hortalizas biológicas que alimentan a cientos de familias. En 2012, cuando la fundadora de la asociación, Blandine Sankara, compró dos hectáreas de tierra y dijo a los vecinos que quería cultivar en ellas, la gente pensó que nunca lo conseguiría. Décadas después, unas cuantas decenas de vecinas que no creían en el proyecto trabajan estas tierras. En una región donde el agua es un bien escaso y no existen sistemas de irrigación, se depende todo el año de las lluvias estacionales. Por lo tanto, poder comer o no depende del clima.

En Burkina Faso, según un estudio de 2020 del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, más de medio millón de niños sufrieron malnutrición aguda. En un país donde alrededor del 80 % de la población vive de la agricultura, estas cifras muestran que el sistema alimentario y el agrícola no funcionan correctamente.

Es por ello que el objetivo de Blandine, hermana del antiguo presidente de Burkina Faso de 1983 a 1987, es la autonomía de las comunidades locales. Esta autonomía pasa por la independencia económica y alimenticia. La soberanía alimentaria y una agricultura sin pesticidas ni fertilizantes químicos fueron ya promovidas por su hermano en los años 80. Hoy en día, pequeñas iniciativas como la de Blandine intentan cambiar una realidad que hace que los agricultores no puedan salir de la pobreza y que la malnutrición infantil persista. La malnutrición se debe mayoritariamente a la falta de alimentos en algunas regiones, pero también al desconocimiento y los malos hábitos alimenticios. Durante décadas se han primado los productos que venían del exterior, pensando que eran mejores que los productos burkineses. Por ejemplo, se importan toneladas de arroz de China, mientras que en Burkina Faso se cultiva arroz. Esto se debe en parte a que los precios de algunos productos importados como el arroz cuestan igual o menos que los producidos en Burkina a pequeña escala. Además, debido a que el cultivo del algodón está mejor pagado que el de las verduras, muchos agricultores se pasaron a este cultivo.

La pequeña de los Sankara quería mejorar las condiciones de vida de los agricultores a través de la producción local, sin depender de productos químicos importados. Pensó que la agroecología era la clave para poder alcanzar su objetivo. Fue un desafío que muchos consideraron imposible. Costó un año que la tierra empezase a cambiar y se pudiese recolectar lo que se plantaba. Sin embargo, Blandine y las agricultoras que reclutó siguieron trabajando la tierra. Ella misma vendía las verduras ecológicas en Uagadugú. Muchos no entendían por qué esta socióloga, que había estudiado en Suiza, había decidido iniciarse en la agricultura biológica.

Este proyecto era todo un reto, especialmente en un país donde las plagas y la fauna salvaje devoran cada año una parte de las cosechas. Gracias a la colaboración con varias ONG internacionales, las mujeres de Yelemani han aprendido a fabricar su propio repelente de insectos con productos locales como el neem o el pimiento picante, que hacen que los insectos y animales se mantengan alejados de las plantas que cultivan. De esta forma, apenas gastan dinero en crear sus propios insecticidas, los cuales no son nocivos ni para el medio ambiente ni para los humanos.

Por otro lado, gracias a las técnicas ancestrales que se utilizan en esta asociación, se generan cosechas sin necesidad de un sistema de riego motorizado. Las principales técnicas utilizadas son el zai y la media luna, promovidas desde hace décadas por el agricultor Yacouba Sawadogo. Este agricultor, ganó en 2018 el Premio Right Livellihood, considerado como el Premio Nobel alternativo. Sawadogo fue premiado por convertir cientos de hectáreas en el norte del país en tierras agrícolas y forestales gracias a la recuperación de la técnica ancestral del zai. Esta técnica es utilizada hoy en países como Níger, Mali, Uganda o Burkina Faso, consiguiendo que en zonas desérticas se pueda cultivar sin necesidad de irrigar. Esta técnica no solo se utiliza para las hortalizas, sino que se puede utilizar para plantar árboles y ha conseguido que se creen nuevos ecosistemas contribuyendo a la reforestación del norte de país. La media luna y el zai son fáciles de realizar y no conllevan apenas costes. Se utilizará una u otra técnica según lo que se quiera plantar. Ambas técnicas se basan en el mismo principio: mantener el agua en la profundidad del suelo para evitar la desertificación. La única diferencia es la forma en la que se cava el agujero, ya que el hoyo puede tener forma de media luna o bien ser redondo, si trata del zai. Se escava en la tierra antes de la sesión de lluvias, se pone dentro del agujero estiércol y las semillas que se quieran plantar. Gracias al estiércol, las termitas aparecerán y crearán microagujeros subterráneos que permitirán que, cuando las lluvias lleguen, el agua se filtre en las profundidades de la tierra y las semillas puedan crecer gracias a las reservas de agua subterráneas.

Pero en Yelemani no solo se cultivan zanahorias, lechugas, cebollas, etc., también se instruye. Una de las principales tareas de la asociación es la educación. Los institutos donde se enseñan los módulos de formación agrícola visitan la explotación agrícola para conocer las diferentes técnicas de cultivo utilizadas. Igualmente, las mujeres que desean cultivar pueden venir a la asociación para aprender las técnicas agrícolas sostenibles. Según Blandine, el cambio en el sistema pasa por las mujeres, que son quienes mayoritariamente cultivan las verduras. Al mismo tiempo, la asociación organiza talleres en escuelas y asociaciones para promover la agroecología y la soberanía alimentaria.

Yelemani promueve también la búsqueda de conocimientos y experiencias para conseguir la soberanía alimentaria. Asimismo, promueve los productos locales y defiende las políticas agrícolas y comerciales que protegen el medio ambiente para alcanzar la soberanía alimentaria. Gracias al trabajo de la asociación, la agricultura ecológica está cobrando cada vez más importancia en el país y los agricultores empiezan a utilizar las técnicas ancestrales para irrigar sus cultivos.

Artículo redactado por Ana López García.

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